20. Misión salvar una vida

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Llegaron a casa del inspector James unas horas después

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Llegaron a casa del inspector James unas horas después. Durante el trayecto, Amelia le había estado contando algunas cosas más sobre la medicina de su nave. Sobre cómo habían logrado, mediante la nanotecnología biológica, acabar con todas las enfermedades que aún existían en La Tierra. Incluso con las que no tenían una cura posible en aquel momento, como era el caso de la enfermedad de su hija.

Umberto estuvo callado todo el viaje mirando con escepticismo a aquella mujer que decía venir de una extravagante y futurista nave espacial. En su mente, aquella posibilidad era inaceptable, pero no quería llevarle la contraria en ese momento. James parecía estar lleno de esperanzas e intuía que, si le decía alguno de sus reparos sobre aquel plan, saldría mal parado.

La casa del inspector era grande y bonita, ubicada en un barrio residencial tranquilo e idílico. Pararon en la puerta y, antes si quiera de bajar del coche, su mujer ya estaba saliendo por la puerta de la casa. Él bajo del coche con rapidez.

–Ya estoy en casa– le dijo con una sonrisa algo fingida.

–Pero... ¡¿qué te ha pasado en la cara?! Y tú ropa... esta toda llena de barro... dime la verdad, James, ¿qué te ha pasado? –Aquella mujer parecía muy preocupada por el inspector. Miró hacia el coche y vio que estaba lleno de gente. –¿Quién es toda esa gente? –volvió a preguntar insegura.

–Tranquila, cariño, luego te lo contaré todo –le dijo con voz serena. –He encontrado a una doctora que quizás pueda ayudarnos...

Su mujer se había quedado muda y le miraba angustiada.

–¿Otra vez?... ¿otra vez? Pero, ¿cuantos médicos vas a traer...? ya no hay nada que hacer, hemos preguntado a todos, no hay nada... –dijo mientras comenzaba a llorar.

–Lo siento, esta será la última, te lo juro... déjame que lo intente una vez más–. Le dijo mientras la abrazaba. –Te aseguro que, si esta vez no funciona, lo dejaré... lo aceptaré...

Amelia y Evan se miraron con complicidad. Se decían con los ojos que aquella escena era demasiado triste. Bajaron del coche junto con el dron de Trian, que había prometido quedarse callado. En ese momento, llegaron Selena y Rena, que habían dejado la nave estacionada en el patio de la casa. Sin embargo, para no levantar sospechas, saltaron a la del vecino y venían caminando tranquilamente por la acera portando el maletín en una mano.

–Pasad– les dijo James, conduciéndolas al interior de la casa.

Una vez todos estuvieron dentro, miró a Amelia.

–Sube conmigo– después se giró hacia el resto. –Los demás, quedarnos aquí– miró a Umberto, dándole a entender que los vigilase.

Amelia cogió el maletín y subió con él las escaleras de aquella acogedora casa. Mientras subía, iba viendo las fotos que adornaban la pared de la escalera. Eran las imágenes de una familia terrícola normal. Todos mostraban unas sonrisas sinceras. En ellas aparecía una niña preciosa y, a medida que iban subiendo, iba haciéndose más mayor en aquellas imágenes.

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora