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Pellizqué mi boca avergonzada y volví a preguntar.

—¿Cuál es el punto de eso?

—Si.

Dijo el Príncipe Heredero, asintiendo con la cabeza y diciendo.

—¿Por qué la única princesa de Eckart, que no tiene nada que temer en el mundo, sería uno de esos grupos locos?

Estaba bastante avergonzada por el tono que no contenía ninguna duda. Inventé una razón por la que tartamudeé mientras ponía los ojos en blanco.

—Oh... ¿De verdad confías en que no creo en Leila?

—¿Ja, tú?

El príncipe heredero se rió de mí sin dudarlo. Cerré la boca.

—¿Qué, no puedes creerlo? ¿No viste los restos de Leila en la víspera de la competencia de caza?

—Por supuesto lo hice.

Responde con una réplica hosca. Ahora, giró la parte superior de su cuerpo hacia mí.

—Chicos locos que no saben lo que está bien o mal y solo creen en sus propias creencias, veo sus ojos relucientes al revés.

Me miró y me dio unos golpecitos en el rabillo del ojo con la mano. Entonces la mano señaló mi cara.

—No te estoy mirando gordo con esos ojos podridos de pescado como tú.

—¡¿Qué quieres decir con ojos podridos de pescado?!

Me alejé un paso de él con disgusto. El Príncipe Heredero sonríe.

—Y si fueras una creyente de Leila, lo habrías reconocido primero en la cueva.

—¿Una cueva?

—Un compañero del antiguo clan Leila que trató de tallar un portal en el palacio.

Abro los ojos y miré a mi alrededor.

Fue sorprendente que los restos que encontré en la cueva fueran del antiguo clan Leila.

Pero lo que es aún más sorprendente es que el Príncipe Heredero también conoce este resumen sobre la Tribu Leila en la que Winter había estado trabajando.

—¿Sabías sobre la tribu Leila?

Le pregunté todo de manera comprensiva.

El Príncipe Heredero volvió la cabeza lejos de mí y respondió con indiferencia mientras caminaba hacia adelante.

—No tenías idea.

—...

—Si lo supieras, no hubieras dicho tan casualmente que desenterrarías artefactos. Si yo hubiera sido admirador de Leila, habría intentado completar el portal en ese momento de alguna manera.

Lo miré con los ojos un poco apagados.

Ya sea que sea asombroso que lo sepa todo, o es un alivio que no dude de mí en absoluto. Sea o no posible, ni siquiera yo puedo entender mis sentimientos ahora.

—Además, ¿cuánto valora el agua que remodelaron esos locos?

Mientras caminaba junto a él con un corazón complicado, el príncipe heredero de repente agregó con una expresión cínica.

—Cuando fui al matadero, me suplicaron que no tocara solo el laboratorio subterráneo, aunque podrían suicidarse.

—...

—Cuando fui directamente al laboratorio, solo estaba alimentando a los niños pequeños que se habían quedado sin maná.

—¿Oh, los niños? ¿Qué clase de locos son?

Penélope¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora