Se levanta indeciso, otra mañana, otro día de tedio. Observa a su esposa y consigue sonreír, por eso y mucho más la ama desde la primera vez en que la vio recoger flores. Después de arroparla se viste y baja las escaleras, examina su colección de arte, ya lo hubiera dicho Miguel Ángel —como siempre, un exquisito gusto señor—. Se retira de la sala para finalizar el recorrido en su oficina.
La estantería llena de libros que hace tiempo no lee, su escritorio sin recuerdos y un mapa del mundo al que está harto de ver. Toma asiento y examina los papeles que debe firmar, los tira, frota su rostro y suena el teléfono —y ahora qué— atiende.
—Hola— una voz casi de niño, truena en sus oídos.
Mira hacia arriba —¿qué quieres a esta hora de la mañana?
—Tío, por qué me tratas así— silencio. En fin, no importa, te llamo para avisarte que voy para allá, así que prepárate— ambos cuelgan.
Al instante un joven irrumpe en la habitación —¿cómo estás?
—Bien, hasta que llegaste— descansa en el respaldo de la silla.
—Hades, por qué la cara larga. Vine para avisarte que Zeus requiere de tu presencia en el Olimpo.
—No me digas, y ahora quién ambiciona su trono— deja caer su rostro en la palma de la mano.
—¿Perdón?, no tengo la más mínima idea de qué hablas— el dios de la muerte enarca una ceja —está bien, la invitación es para cenar en casa.
—Ya veo, es para oír algunas de sus anécdotas hercúleas— observa el techo otra vez y masajea sus sienes.
—No seas así, quiere verte.
—No digas tonterías Hermes, convives con tu padre y la mezquina de Hera hace siglos, y aún no sabes del zapato que calzan.
—Estoy seguro que no son zapatos artesanales.
—A veces me gustaría ser tan inocente como tú, muchacho.
—Entonces, cuál es tu respuesta.
—Ya la sabes.
—Pues, diré que sí.
—Haz lo que te plazca.
Hermes desaparece en un remolino de fuego. Perséfone entra: llena de color; su gran antítesis.
—¿Por qué no has aceptado la petición de tu hermano?— descansa el cuerpo en el umbral de la puerta.
—No estoy de humor— estudia esos ojos, el cabello y su forma de caminar hacia él.
—Hace milenios que no estás de humor.
Él entorna los ojos, ella se acerca y le comunica que irá a ver a su madre, ya lo sabe, su mujer lo besa:
—Hasta el próximo invierno, querido— se despide.
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Fuego venenoso
Fantasy¿Te gusta la fantasía? ¿Te entusiasman los universos mágicos llenos de criaturas fantásticas? Pues aquí encontrarás dragones, dioses griegos y quien sabe otros... guerreros, magia y mucho más. Con personajes interesantes y complejos, villanos y héro...