No te vayas...

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Bajo un cobertor de lava asoma su cabeza un pequeño querubín, las manitas frotan sus ojos, lanza un tierno bostezo y estira sus brazos hacia arriba

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Bajo un cobertor de lava asoma su cabeza un pequeño querubín, las manitas frotan sus ojos, lanza un tierno bostezo y estira sus brazos hacia arriba. Se levanta convirtiéndose en un hombre fornido, alto, de mirada penetrante. Observa sus anillos con forma de calavera, toca las cicatrices en sus muñecas y ojo izquierdo, sin siquiera moverse incendia el closet del cuarto, sus doradas pupilas brillan intensamente, aprieta los puños con todas sus fuerzas como si ese simple gesto curara la tristeza del alma.

En la oscura sala, desprovista de adornos o ventanas, una luz cegadora atraviesa las paredes y se convierte en un hombre

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En la oscura sala, desprovista de adornos o ventanas, una luz cegadora atraviesa las paredes y se convierte en un hombre. Toca el trono, el crucifijo se agita y la atronadora voz de su hermano aqueja la pureza de su cuerpo, siente rabia, odio, culpa, que lo dejan abatido y sin fuerzas. El nombre Luzbel flota en el aire, uno de los gemelos le grita encolerizado al otro y le exige que se marche, pero la misión debe ser cumplida. La sombra que posee a la humanidad tiene que ser disuelta para recobrar la paz. Los ojos dorados se ensombrecen.

—El hombre nunca ha necesitado de mí— se gira —la ambición, envidia, miedo, violencia, son parte de su naturaleza.

El otro consanguíneo agarra sus muñecas casi con desespero y las cicatrices lo queman —no te vayas.

—Vuelve al cielo Miguel, ese es tu lugar— desaparece en la niebla.

Su lugar estaba junto a su gemelo, que por asares del destino perdió hace siglos. El universo teje sus hilos de forma misteriosa, mantiene el equilibrio entre el bien y el mal sin importar nada más, un día volverán a encontrarse cara a cara.

Fuego venenosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora