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Los amantes no solo deben encargarse de las criaturas y de Kroll, sino que, de la nada, dos jóvenes descienden de sus escondites y los atacan con fiereza. La muchacha los reconoce, no son otros que los mismos burlones del torneo. Luchan, sus flechas se terminan y el cansancio se evidencia en cada gota de sudor desperdiciada. El fuego de los dragones destruye el lugar, pero pretenden salvar a las personas que tomaron refugio en el bosque. Meditan un plan para vencer al traidor y varias flechas, una detrás de la otra, caen en los hocicos de las bestias y los ojos, lo que provoca su momentánea ceguera. Buscan, agradecidos, al causante.

—No creíste que se quedarían con toda la diversión— Veles sonríe de oreja a oreja y lanza otra hacia el jinete. Cae desde el lomo del dragón, golpeado e inconsciente.

Las criaturas se desploman, cansadas de batallar. La guerrera aprovecha una breve distracción de sus atacantes y con un movimiento logra vencerlos. Al estudiarlos con mayor detalle se percata del color rojizo en sus pupilas.

—Haz algo para que no vuelvan a elevarse— grita el adolescente al maestro.

Este se acerca con sigilo y le induce el sueño a la dragona, se dirige al que fue su compañero y amigo. Cierra los ojos, lo toca y se reproducen las imágenes del incendio. Le susurra —perdóname—, observa alrededor, nadie escuchó nada, vuelve a poner la mano en la frente del monstruo y la voz se hace más clara.

—Siempre te fui fiel.

—¿Quién eres? — pregunta el guerrero.

—¿Quién crees?

Momentáneamente sale del trance, nadie habla —tú.

—Intente comunicarme contigo varias veces, nunca quisiste oír.

—Pero...

—Calla, por una vez no hables. No pretenderé justificar lo que sucedió hace años, debí permanecer más alerta y no dejarme engatusar por un poco de comida. Un joven, quizás de tu edad, me dio algo, al principio sabía mal, sin embargo, no pude parar de comerlo, era como una adicción— la voz se detiene unos minutos —esa fue mi condena, quedé bajo el mando de ese enclenque y contra mi voluntad hice todo lo que me mandó. Intenté romper el conjuro, comunicarme contigo, no fui lo suficientemente fuerte para eso y me convertí en un títere sin pensamiento propio. Por su culpa muchas aldeas han perecido, odia al mundo y la matanza es lo único que lo mantiene vivo.

—Se supone que los dragones son los más poderosos y temibles de nuestro mundo, cómo un brebaje pudo contigo.

—No lo sé, hasta hoy me lo pregunto. Mátame, es la única solución que conozco, si no volveré a estar bajo su dominio y no habrá escapatoria— el cazador retira su mano.

El dragón duerme, su antiguo protector lo observa con pesar, recuerda esos días en que ambos se convirtieron en uno.

—¿Qué pasa?— pregunta Veles.

No lecontesta, camina hacia el cuerpo de Kroll, el corazón se acelera y piensa enmuchas maneras de hacerlo sufrir, aunque antes averiguará el porqué de esasfechorías. Toca la frente y sus pensamientos se manifiestan de forma convulsa.Ve odio, envidia, tristeza, un padre que lo rechaza y golpea, el muchacho va alrío y el agua se... En ese instante abre los ojos, envenenó al elegido, asesinó asu familia y a toda la aldea, solo por obtener gloria y poder, impulsado por laantipatía que le demostraba el progenitor. Quiso matarlo allí mismo, sinimportarle las consecuencias, sin embargo la muerte le parece poco, necesita saber que pagará de las formas más inimaginables.

—No sé si esto servirá, tampoco sé lo que has visto, pero creo que debes saber, ambos tienen sus ojos rojos y los compinches de él también, ¿significa algo para ti? — señala a las criaturas.

—Sí.

El motivo no puede ser otro que ese extraño brebaje, se culpa por todo, pero ahora ya es muy tarde. Al ser el último sobreviviente e hijo del jefe, el castigo solo vendrá de su mano.

—Un gran hombre, me dijo alguna vez: "la muerte es para aquellos que desean descansar, el verdadero sufrimiento está en la vida". Como único heredero de mi pueblo te sentencio a vagar por el mundo sin recuerdos, marcado por lo que eres, traidor— envuelve la cabeza entre las manos y una marca aparece en el brazo derecho (remolinos que forman un patrón) como símbolo de los delitos.

Algunos aldeanos salen de su escondite para mirar la escena, todos se quedan mudos, expectantes a lo sucedido. Los dragones se mantienen bajo el sueño inducido por Harlin.

—¿Qué harás?— el muchacho se acerca y le pregunta en su oído.

—No hay otra solución, deben morir.

—Aixa será infeliz si la matas.

—Ella entenderá.

—No, me niego.

—Entonces, qué propones.

—Utiliza la reencarnación de almas.

—¿Cómo?

—Siempre me has creído un tonto, pero no es tan así.

Se sorprende ante aquella idea —¿qué sabes de eso?— pregunta con un martilleo en el corazón.

—Cada seis años volvemos a nuestro antiguo hogar, en la noche visitas un lugar específico del bosque, cuatro árboles alineados, colocas ofrendas y les cuentas historias como si fueran niños. Nunca te lo dije para no entristecerte, pero siempre sospeché que los reencarnaste en la naturaleza, al dormir escuchaba voces en el viento, como una canción de cuna, mi madre. No los mates.

Se acerca a los dragones con paso firme, aprieta los puños con la cabeza baja. No hay otra alternativa, la cura del mal no existe. Observa al frente con el rostro distorsionado, los ojos brillan como la plata y su cuerpo se ilumina en una luz cegadora. Los cuerpos desaparecen en cenizas. El cazador cae de rodillas, Aixa le toma del brazo con la mirada perdida y una pregunta que no se atreve a formular. Él acaricia su mano y le responde con ternura —confía en mí— el corazón se aligera.

Los aldeanos se revelan y deciden continuar el juicio final, sin importarles nada de lo acontecido. Los ancianos exigen un castigo ejemplar para todos los culpables y la familia del líder no encuentra sosiego. El primogénito alienta a su hermana a escapar y el padre le otorga una silenciosa aprobación. Los tres se internan en el bosque, consientes que jamás podrán regresar a Drakorus.

Años después

—Valdemar, Vesna. Podrían esperarme— reprende y le besan la frente.

—Déjalos, saben muy bien el camino— los ojos grises la observan con ternura.

—Harlin no puedes mimarlos mucho, cuando crezcan serán insoportables.

—No, confió en ellos— enfatiza dando por terminada la conversación.

Se adentran en el bosque, en frente de seis árboles, el padre hace una reverencia y coloca ofrendas. Veles se acurruca entre dos y canta una canción de cuna. Aixa da gracias por su felicidad a uno de ellos y se dirige con los niños a los últimos, recuerda, con sus ojos vidriosos, el acto del esposo. Todos se juntan, sus corazones retumban a la espera que despierten después de un largo sueño, batan sus alas y conquisten el cielo. En ese instante, Harlin examina al hombre en que se ha convertido aquel adolescente, fuerte y sabio como un roble.

—¿Puedo seguir jugando mami?— pregunta Valdemar, el hijo mayor, tan inquieto y con los ojos grises.

—Espera un momento, debemos rendir tributo a aquellos que estuvieron con nosotros— pone algunas ofrendas y comienzan a armar un sencillo campamento para descansar bajo la sombra de los seres más importantes de sus vidas.

—Papi, cómo tienes tantos poderes— pregunta la pequeña.

—Dicen las leyendas que se debe a nuestros ancestros, los dioses.






Fuego venenosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora