Los niños ponían atención a la profesora Arabella Smith, muchos de los niños tenían edad de 7 a 11, pero a pesar de tal edad, veían a su profesora como una de las mujeres más bellas. Arabella les mostraba unos acordes, los niños entendían y practicaban en su guitarra.
-Señorita, ¿Está bien la posición de mis dedos? — Dice un niño. Arabella mira la posición de sus dedos.
-No, mira, mueve el dedo índice un poco... sí, así sí que está bien.— Sonríe.
Tras pasar unos minutos, la campana suena, los niños alegres, salen corriendo con sus loncheras en mano, listos para comer.
-Estoy tan agotada.— Dice Arabella para sí misma. Como le gustaba hablar sola.— Bien, dentro de unas horas tengo clases con los mayores.
Toma su material y sale del salón, camina firme y con la frente en alto, decidida, confiada pero quebrada sentimentalmente. Entra a la sala de maestros, donde la reciben los demás maestros.
-Hola, Smith. ¿Qué tal? — Dice un profesor, llamándola por su apellido.
-Hola, Fernando. No me quejo, ¿Y tú? — Arabella guarda sus materiales y se desploma en un sofá.
-Bien. ¿Cómo van las clases? ¿Se portan bien los niños?
-Sí, son bastante obedientes.
-¡Contigo! — Ríe — Conmigo son unos maleducados.
-¿En serio? Seguramente no impones respeto. — Fernando le pasa una botella de agua, que Bella bebe.
-Quizás porque tú eres bella.
-¿Bella de bonita o bella de Arabella?
-Ambas. — Sonríe y un hoyuelo se muestra en su mejilla.
Arabella no tiene más que decir, por lo que asiente. El tiempo pasa volando, por lo que la campana suena. Por la puerta principal, entra Marie, la directora.
-Buenas tarde, chicos.— Saluda la mujer.— ¿Cómo va todo?
-Hola, Marie. Bien ¿Tú? — Dice Arabella.
-Buenas tardes, Marie.— Dice Fer.
-Genial, bueno, el timbre ya sonó, ¿Alguien de ustedes dos puede ir a supervisar que ningún alumno éste fuera de clase?
-Iré yo.— Habla Bella, poniéndose de pie.
-podría ir contigo.— Fernando trata de seguir a Bella, pero esta lo retiene con una señal de mano.
-No, no te preocupes, puedo ir sola.
-Además, Fernando, necesito que firmes unos papeles. — Habla Marie.
-Bueno.— Termina por ceder Fernando.
Bella sale de la habitación, camina por los pasillos, supervisando que ningún alumno éste fuera. La Academia de Música es grande, por lo que tarda un poco por recorrer todo el lugar. La cafetería está vacía, Bella camina con paso decidido hacia los baños, por si acaso. En el baño de niñas no hay nada por lo que va al de barones. Ahí, lavándose las manos se encuentra Joseph, de apodo Jo, un alumno de diecinueve años, ojos color negro, cabello negro y tez blanca, un adolescente bastante guapo, con un rostro detallado y con cuerpo promedio y alto.
-¿Qué haces aquí, Jo? El timbre ya sonó hace varios minutos. ¿O tienes permiso para estar aquí? — Bella se cruza de hombros y se mantiene en el umbral de la puerta.
-No, no tengo permiso, profesora. Pero, no hago nada malo. Así qué, no me reporte, por favor.— Jo hace pucheros.
-No, venga, nos vamos a la dirección.
-No sé cómo una profesora tan linda y sensual como usted puede ser tan sería y enojada.— Jo sale del cuarto de baño, ambos caminan por el pasillo.
-Tus halagos no harán que no pises la dirección.
-¿Qué tal si nos vemos fuera de la Academia? — Ambos se miran y Jo le guiña un ojo.
-¿Sabes qué edad tienes? ¿Sabes qué edad tengo?
-Sé qué edad tengo. Y también sé qué usted no pasa de los veintiséis. Me conformo con eso.
-No importa, a dirección.
-Bien, pero eso no me quitará las ganas que le llevo.— Ante ese comentario, Arabella suelta una sonora carcajada.
-Jo, no hables porquerías.— Dice entre risas.
-Vamos, señorita Bella, sé qué usted podría enseñarme mucho. Y más con ese cuerpo de infierno que se maneja, podríamos tener una excelente velada.
Bella siente su cuerpo arder, pero de furia. No va a permitir que ningún imbécil arruine su trabajo, por lo que Bella empuja a Jo contra la pared, muy enojada.
-Si tus comentarios los escucha alguien y me despiden, juro que te cortaré tu diminuto y flacucho pene. Ahora, entra a dirección.
Muy bruscamente, Bella lo toma de la camisa y lo jala, llegan a la dirección y Bella toca la puerta, Marie contesta con un «adelante» y ambos entran.
-Marie, disculpa que te interrumpa, pero Jo estaba fuera del salón sin permiso.
-Jo, ¿Otra vez aquí? ¿No te cansas de causar problemas? ¡Por Dios! Tus padres pagan mucho por que estés aquí y no lo valoras.
-Mis padres son millonarios.
-¿Y? Eso no quiere decir que vas a malgastarlo a tu semejante gana. Los dejo solos, con permiso.— Dice Bella.
No es como que Bella tuviera necesidad de sexo y tenga que recurrir a un adolescente. Ella ya tenía a alguien a quien llamaba cuando quería, sin vacilaciones ni nada. Mientras que una chica elegante y formal camina por los pasillos, en otro lado del mundo, un chico yace en la azotea, fumando plácidamente un cigarrillo, sacando el humo por su nariz, mientras ve cómo la noche ya empieza a caer y el sol se esconde. Sabe a quien le encantaría la hermosa vista. James niega con la cabeza, al darse cuenta para dónde van sus pensamientos. Los tatuajes de James se encuentran a la vista, yace sólo con un jeans azul y descalzo. La ciudad se encuentra bastante vivaz y hermosa. Con el ceño fruncido, posa su mirada en cada detalle, no queriendo perderse de nada.
-¿Dónde estarás? — James habla consigo mismo.
Pero no obtiene respuesta. Como es usual, James empieza a cantar y se graba, por si sale algo bueno.
¿Por dónde te habrás ido, mi pequeña fugitiva?
¿Me extrañarás tanto cómo yo te extraño?
O ¿Has continuado con tú vida?
¿Tienes a alguien que te hace sentir las cosas que yo te hacía sentir?
Porque si es así, me pregunto ¿Cómo conseguiste seguir?
Mis recuerdos se quedaron
Y mi corazón viajó hasta ti.
No puedes ser mi cárcel, torturarme y amarme
Porque un corazón roto siempre permanece roto
Y estoy roto, mi pequeña fugitiva
Tan roto como el cristal que lanzaste en la cocina aquel día antes de marchar.
James sin darse cuenta, hace sus manos en puño, reteniendo la fuerza para no golpear algo, para no desatar esa furia contenida. James está cargado de enojo y rabia, pero por más sentimientos malos que tenga, no se permite llorar y expulsar su dolor. Si antes era frío, hoy es hielo. James sale de la azotea, se dirige al gimnasio que hay en casa, donde sin cambiarse de ropa, camina al pequeño ring de boxeo, donde empieza a golpear un saco, sin control, logrando sacar a sus nudillos sangre. El cuerpo de James parece oro puro y sólido, brilla ante el sudor que perla su piel. James no se cansa, sigue golpeando el saco hasta que su móvil suena. Mira de quién es la llamada, se puede leer Rachel en el móvil. Pero no le importa la llamada, por lo que la ignora y sale del gimnasio.
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Whisky & Ron
RomanceLos años han pasado. Seis años, exactamente. Todo ha cambiado. Fiesta y alcohol en Inglaterra. Lágrimas y nostalgia en España. Arabella ha cambiado. James no es el mismo. ¿Cómo es que un amor tan bonito y explosivo puede terminar? Los papeles se h...