Capítulo 31

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«LAS PALABRAS QUE TE IRRITAN, QUE DUELEN, QUE TE ENOJAN, SON CASI SIEMPRE, LAS QUE TE ESCUPEN EN LA CARA ALGO DE VERDAD».

Creo que han pasado cinco días o más de una semana desde que recuperé la memoria, ya perdí la cuenta del tiempo que estoy acá. He vuelto al encierro donde estoy segura y cómoda.

Adam me trae la comida y se queda todas las noches conmigo. Las primeras veces se lo rogué, después ya no hubo necesidad de eso. Tampoco habla de «mi problema». A veces me pregunto cuánta paciencia tiene conmigo, cuanta comprensión, y que lo motiva para ser así, no lo sé.

Yo sigo igual de deprimida e infeliz, y con esta tortura mental que me encarcela silenciosamente. Las pesadillas no desaparecen, los fantasmas se burlan de mí, y me estoy volviendo aun más paranoíca.Todas las noches Adam contiene mis gritos, toma de mis manos, me acaricia el cabello, pero no logra hacer que cesen. Le he pedido alguna medicina, algo fuerte que me mantenga alejada de esos sueños, pero él me las niega.

¿Tendrá miedo que abuse de ellas?, sí, lo veo en sus ojos, y puede que tenga razón. No niego que una vez lo intenté, sobre todo durante los primeros meses de internación. Pero sólo fue una estúpida idea de una mente trastornada, ni siquiera alcancé a tomarlas todas juntas, que me arrepentí y vomité.

La rutina es un hábito que me tranquiliza. Levantarme, deambular por esta habitación y recostarme en la cama hasta que llegue Adam es todo lo que hago. Creo que Sara ha venido uno o dos días, ha golpeado la puerta y como no le he abierto, se marchó. Seguro que el doc., le contó que tuve una crisis, eso mismo le dijo al señor Cavanellas, que me ha mandado por Adam un frasco de jalea de mi gusto favorito.

De Kae no sé nada, no ha venido y tampoco se por qué. En realidad, no quiero saber lo que él piensa de mí, ni lo que estarán pensando los demás. De todos modos, sigo siendo una humana nacida en una Corporación médica y nadie sabe lo que puede significar eso.

El agua hirviendo me llama, me conformo con un té, porque no tengo apetito. Estoy ojerosa y casi seguro con algún kilo de menos, lo noto en la ropa. Me siento débil, solo me dedico a pensar en mi padre, en lo injusto de su muerte y en el maldito momento que decidí entrar allí. Muchas veces me pregunto que hubiera pasado si en mi lugar, habría estado Lucy, o mi madre, o Jonas...Y admito con cierto alivio que yo llegué primero por algo, y que de alguna forma, los hilos caprichosos del destino creyeron que estaba preparada para soportar todo lo que pasó después.

Escucho que llaman tres veces a la puerta, Adam se adelantó esta tarde. Por lo general, regresa media hora antes del toque de queda. A veces siento remordimientos por él, porque debe cuidar de mí, de una chica enferma, depresiva y sin ninguna cura. No tengo ganas de nada, ni siquiera de arreglar mi aspecto, uso una camiseta casi todo el día, y el suelo helado en mis pies descalzos es como una autocondena.

El doc., sigue golpeando la puerta.

Recuerdo las ansias que tenía de salir y de conocer este mundo, está realidad. Ahora paso todo el día y la noche en esta habitación porque me siento segura así.
De pronto, alguien gira la llave, abre la puerta y entra, es Kae.

Su mirada fría, distante me hiere un poco, y este sentimiento me toma por sorpresa. Estoy tan acostumbrada a los ojos melancólicos y compasivos de Adam que no me reprochan e intimidan para nada.

Él me observa sin decir nada, como si no me reconociera. Bueno, mi apariencia no es la mejor en estos momentos. Luego de entrar cierra la puerta y se queda inmóvil apoyado contra la misma.

Yo termino de servirme el té y me dirijo a la cama, hago como si no estuviera allí. Lo mismo hacia en el colegio y en casa. Ignorarlos a todos era lo único que me servía para que me dejen tranquila, y que ni las burlas ni las maldades ni la lástima, dolieran tanto.
Pero al parecer, él intenta hacer todo lo contrario abriendo su boca para decirme:

ENTRE DOS REALIDADES <1° libro de la trilogía>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora