Capítulo 32

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«QUIZAS, Y SOLO QUIZAS, PUEDA EMPEZAR A SALIR DE LA OSCURIDAD QUE ME TIENE PRISIONERA».

—¡Baterías para mi biper!–exclamo abriendo los ojos.

La examino dándome cuenta que una es exactamente la que necesito. De pronto algo nace en mi interior, es una sensación, un hormigueo, pero no de miedo o dolor, es como una chispa de esperanza, hace mucho que no sentía algo igual.

Busco desesperada el localizador. Hace semanas que dejé de prestarle atención, pero no está debajo de la almohada, ni en el bolsillo de mi campera. Lo encuentro dentro de la mochila tirada entremedio de todas las cosas que le arrojé a Kae.

Compruebo con angustia que su tapa trasera se ha desprendido. ¡No, por favor!, ¡ahora no te arruines!,-clamo. Siempre traté de ser cuidadosa, aunque se me haya caído una o dos veces por culpa de mis manos torpes. Recojo las piezas y me siento en la silla para armarlo, luego le cambio la batería desgastada por una de las que me trajo Kae, presiono la tecla de encendido y espero impaciente que su pantalla se encienda.

La ansiedad hace que transpiren mis manos y me las seco con el frente de la camiseta. Tengo sed, tengo hambre, tengo esa chispa de esperanza creciendo... Aun no se que espero si esto llega a funcionar. Nada me garantiza que mi madre pueda recibir el mensaje suplicándole que me venga a buscar, ¿Buscarme?, ¿A dónde, cómo, podrá?

De todos modos, algo en mí reaccionó. El localizador tarda unos minutos en encenderse. Busco el número de ella y con dedos temblorosos escribo: "mamá ven a buscarme, estoy en Forest Green. Ven a buscarme". Releo mi mensaje de prueba, algo escueto, y presiono el botón Enviar. Me mantengo en vilo mirando la pantalla que titila, esperando con ansias la palabra: "Enviado", pero en cuestión de segundos, la chispa se consumió. Leo en voz alta lo que me muestra la pantalla: "Error de localización, inténtelo más tarde".

Mis piernas se aflojan y caigo arrodillada en el suelo frío, entre medio de las cosas que le arrojé al gruñón. Miro con desazón a mí alrededor, la imagen se ve como mi mente, todo en desorden y sin ninguna lógica.

Algo llama mi atención, está ahí, junto a la almohada. me estiro y con la mano izquierda lo tomo. Es la otra batería, una pila 2A.Y un recuerdo hace despabilarme. Dentro del walkman hay un cassette C90, el lado "A" con mis canciones favoritas, y el lado "B" con fragmentos de la voz de mi papá. Ahora lo recuerdo bien, es uno de los cassette que mi padre usaba para sus anotaciones de campo, luego yo le agregué las canciones, siempre los escuchaba, tengo seis de esos cassette en casa. Mis ojos lagrimean de la emoción, volver a escuchar su voz después de tanto tiempo, y después de que lo haya olvidado, es casi un milagro.

Nunca hubiera pensado que unas benditas baterías pudieran cambiarme el ánimo, y mostrarme que depende solo de mí salir de la depresión y empezar a sanar por dentro. Bueno, "las baterías, y unas cuantas palabras hirientes". Ahora pienso en todo lo que dijo Kae, y debo reconocer, aunque me duela, que una gran parte de lo que me cuestionó, es cierto.

Sobre todo, con respecto a mis miedos y a lo que en realidad siento y que las pastillas solo hacían que los ocultara. Jamás hubiera pensado que mis verdaderos sentimientos fueran descubiertos.

Pero tuvo que ser este muchacho, -algo salvaje, y odioso,- el que haya encontrado mi secreto tan bien guardado entre el dolor y el miedo. Me pregunto cómo hizo para descubrir el motivo de mi angustia y desenterrar con crueles palabras lo que había jurado jamás decírselo a alguien.

Sí, es verdad, sentí satisfacción y complacencia matar a ese tipo. En la versión oficial de como sucedieron los hechos, obvié unos pequeños detalles: Cuando el tipo me habló en la cocina pidiéndome que suelte el teléfono, logré ver que en el bolsillo derecho de su vaquero, colgaba una cadena plateada, la misma que le había regalado a mi padre en su último cumpleaños.

ENTRE DOS REALIDADES <1° libro de la trilogía>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora