Capítulo 45

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«MUERTE, DESPEDIDA, Y DOLOR SON COMO LA SOMBRA QUE SIEMPRE ME PERSIGUEN».

Apenas Adam contó lo sucedido con Sara, Kae se fue sin decir palabra, dirigiéndose al Campamento. Su hermano no trató de detenerlo, entiende que no tiene caso hacerlo.

—Yo también quiero verla–le dije a Adam, y me fui detrás de Kae.

Escuché que el Doc., me gritó algo, pero apenas le presté atención, estaba más pendiente de no perder a Kae de vista. Lo alcancé dos cuadras adelante, a punto de cruzar la calle.

—¡Espérame!–le pido respirando con dificultad.

Corrí para alcanzarlo y ahora me falta el aire.

—¿Qué haces acá?–contesta mirándome de reojo.
—Quiero ver a Sara.
—Vuelve ahora con Adam.
—No. Yo también estoy preocupada y quiero saber como está.
—El doc., se va a enojar. No le va a gustar nada. Regresa–me advierte.
—No importa eso ahora.

Kae no insistió más, quizás no esperaba mi determinación. Y a decir verdad, yo tampoco. Siempre trato de hacerle caso al doc, pero hoy, no. Ahora él y yo nos dirigimos al Campamento sanitario.

Llegamos frente a un edificio de dos pisos. Su fachada está pintada de gris, tiene el cartel con una cruz roja, sobre el portón corredizo. Cruzamos la calle y nos acercamos a la entrada principal del Campamento, pero entonces me percato que hay un Oficial con un traje de bioseguridad y scaner en mano, custodiando el portón bajo el cuál, hay un Tótem de esterilización. Los han colocado apenas se comprobó que una mutación del virus estaba arrasando la Colonia.

Tomo del brazo a Kae y lo llevo a un costado, alejándonos unos metros de ahí. Él ya estaba arremangándose la camiseta, para mostrar su C.I.G, y que el Oficial lo pudiera escanear.

—¡Que haces!
—¿Te escanean para entrar al Hospital?
—Sí, es obligatorio, luego pasamos por el Tótem para la descontaminación. ¿Por qué preguntas?
—¿No te estás olvidando de un pequeño detalle?, ¡yo no tengo el C.I.G!–exclamo susurrando.
—¡Maldición!, Me había olvidado. Regresa con Adam. Además, es peligroso, puedes contagiarte. Mañana paso y te cuento cómo está Sara.
—No, quiero verla.
—¡No te pongas terca!
—Vamos, Kae, por favor. Debo ser inmune al virus, sinó ya me habría contagiado. Se que algo se te ocurrirá–suplico.

Él me mira unos instantes, luego chasquea con la boca y murmura un insulto entre dientes.

—Está bien. Ve hacia la izquierda bordeando el Campamento. A mitad de cuadra encontrarás una puerta lateral. Espérame ahí. Si ves que la cuadrilla asignada comienza a prender los toneles de iluminación, vete. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Entonces, él se dirige de nuevo a la puerta principal. Pero duda, retrocede unos pasos, estira su mano derecha y roza apenas mi mano con sus dedos. La estática me produce un leve cosquilleo en mis dedos.

—Ten cuidado, por favor.

Lo observo llegar hasta el Oficial. Se arremanga la camiseta, escanea su marca y entra al Tótem donde una fina lluvia lo rocía completamente. Luego entra al Campamento.

Sin perder tiempo, hago lo que me indicó. Camino hacia la izquierda, bordeando el edificio. Es una zona poco concurrida, ya que todo el perímetro del hospital está señalizado con un círculo rojo. Lo que me da cierto alivio, pero todavía no se lo que va a hacer Kae. Llego a la puerta que me nombró, y un recuerdo se me viene a la mente.

¡Claro!, Esta es la puerta por la que salí escapando aquel día que llegué acá. Miro a mi alrededor para comprobar que exactamente es el mismo paisaje que recuerdo. El altoparlante del poste, el suelo de tierra, los edificios colapsados, las calles desiertas. Todo ese momento vuelve intacto al presente. Pareciera que pasaron años y siento que he cambiado tanto. Ya no creo ser la misma chica de aquellos días.

ENTRE DOS REALIDADES <1° libro de la trilogía>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora