Capitulo 1

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Adaptación e historia original de Vaegiseok. Agradezco el permiso de adaptar la historia.


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La estación de las tímidas florecillas deslumbra en toda la pequeña, ajetreada y moderna ciudad, en cada rincón solitario donde las hierbas y la tierra húmeda conviven libremente, lejos de las construcciones de asfalto edificadas por el ser humano. Entre las largas grietas que hay en el pavimento algunas plantitas de pétalos amarillos como el sol o blancos como la pureza de un serafín, crecían en los parques, a la pared de los arbustos, los árboles y el césped verdoso. Las hijas de la madre naturaleza abundan siendo espléndidamente bonitas y delicadas, de aroma dulce, fresco y primaveral; ellas son las bellas y crecientes flores.

Como en todas las épocas de primavera, en el jardín de una acogedora casa de ladrillos, pintadas sus paredes de tonos azul cielo y las ventanas abiertas, dónde un par de cortinas color pastel se sacude gracias a la brisa que trae consigo el refrescante viento, un joven muchacho de apenas dieciocho años de vida se encuentra en medio de las flores perfumadas, esas que su amada abuelita ha cuidado desde que se mudaron junto a sus padres y hermano a esa casa de dos pisos en el gran territorio de Seúl, hasta que ella tuvo que ser internada en el hospital de emergencia, debido a la enfermedad que invadió su ya viejo cuerpo de anciana, y el tuvo que tomar la responsabilidad de cuidar su santuario floral.

Las gotas de agua cristalina caen como una llovizna de verano en las hojas verdes y los pétalos delgados de las flores, otorgando vida y sanidad a las pequeñas criaturas vivientes. En la extremidad de sus manos sostiene firmemente la regadera amarilla de plástico, evitando cometer el grave error de dejarla caer sobre ellas o arrojarles precipitadamente todo el líquido transparente, ahogándolas sin querer gracias a ello. Tal error ya lo ha cometido antes, y si mal no recordaba, su abuela esa vez le dió un manotazo en la nuca por ser tan torpe para cargar una inofensiva regadera de jardín. Después de ese suceso se prometió que jamás volvería a soltar el objeto de jardinería de sus dedos, solo para evitar recibir otro golpe de la coqueta viejecita.

El muchacho de cabellos teñidos de tonos cobrizos ríe internamente al recordar ese duro golpe que le fue propinado en el pasado. Todavía podía sentir el punzar en su cabeza luego de que la mano firme de la anciana atacó contra su integridad. Por suerte ella no lo ha dejado mal del cerebro, sus capacidades tanto físicas como mentales siguen igual de estables y funcionales que antes, no hay razón para preocuparse, él se encuentra bien.

— Si la abuela te viera seguro estaría más que encantada con tu belleza, tulipán — acarició con mucho cariño a la florecita nombrada, sintiendo la calidez del tulipán amarillo transferirse a las extremidades de su cuerpo, por consecuencia sus mejillas blanquecinas se vuelven un mar de color rojo, debido al rubor. Con el cumplido ya hecho, voltea a ver las restantes y de igual forma les da un diminuto halago meloso, la abuela alguna vez le mencionó que a las flores hay que hablarles o se entristecen, ese es un requisito primordial para mantenerlas con vida, según ella. — Todas ustedes son muy bonitas, pequeñas — si tuviera la oportunidad de describir este momento, diría que los claveles, margaritas, geranios y rosas, entre los otros tipos de flores más que hay por allí, han agradecido elocuentes al ser recibidas con un enorme halago de su parte.

— Yo no diría que todas son pequeñas, Jay

Entre su íntimo momento, una suave e infantil voz espanta al pobre muchacho de gran estatura, Jay voltea su menudo cuerpo de golpe, temblando, pero respira de alivio cuando se encuentra con el rostro de su tonto vecino, el chico que odia.

— ¿Por qué no? — lo reta. Colocando sus manos a los costados de su cadera, condena con su mirada de aspecto felino al pobre muchachito que parecía un cachorro de zorro polar al frente suyo. — ¿Por qué no todas serían pequeñas, Sunoo? — el nombre lo enfatiza, percibiendo su pronunciación como una sensación dulce para el corazón, pero se niega a aceptarla. El perfume de las flores detrás suyo aumenta hasta penetrar sus fosas nasales, Jay cree que es extraño que siempre que ese joven rubio aparece, sin previo aviso y como si nada, en su jardín, las plantas reaccionan sumamente felices y esparce su calidez en el momento en el que él  sonríe.

Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora