Capitulo 15

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Jay otra vez está con las flores.

Mientras lo hace recuerda la textura y suavidad de los labios de su odioso vecino que todavía siguen presentes, la sensación extraordinaria y la sensibilidad que experimentó aún se mantienen latentes.

Luego de haber probado una mínima e insignificante parte de lo que podría ser la dulzura de aquel muchachito rubio, todo lo que alguna vez tuvo orden en lo recóndito de su interior, desde los pensamientos y emociones, hasta el ritmo de sus latidos, se ha vuelto un caos. Una perfecta y espléndida catástrofe de emociones dispersas y alocadas que desde el día anterior han arrasado con lo que alguna vez consideró normal, un simple desprecio.

En ese instante, durante el cual está sentado en silencio en medio del jardín que ya ha sido cuidado esa tarde, se hace una curiosa e intrigante pregunta:

¿Él realmente odia a Sunoo?

Normalmente respondería de inmediato, diciendo un firme y seguro “Si”; sin embargo… ¿por qué en ese instante no podía hacerlo?. Su mente lo estaba traicionando y jugando en su contra, sobre su propia voluntad, poniendo al frente suyo una contestación demasiado distinta a la que en el pasado pudo dar. Y es porque nada de lo que estaba pasando dentro de su cabeza quería creerlo, ni siquiera imaginarlo, mucho menos aceptarlo.

Pero era real, en su totalidad cierto.

Lo que ahora diría es una respuesta negativa, un rotundo y gigantesco “No”.

No, él no lo odia.

De hecho, y tal vez parezca demasiado exagerado e inoportuno de su parte, su opinión es todo lo contrario, porque en realidad no lo hace, no está cerca de serlo.

Jay ya no lo desprecia, pues todos y cada uno de los detalles que caracterizan a su vecino, a quien creyó que anteriormente aborrecía con cierto sentimiento de resentimiento en medio, se han deshecho de su disfraz para desenmascarar lo que verdaderamente son.

Reflejan sinceridad.

No es odio, tampoco molestia, simplemente es lo opuesto a ello; es aprecio, admiración y cariño. Adora cada parte de Sunoo, desde su menuda figura, la tez blanquecina que empalaga el paladar, los orbes de sezno con iris oscuras iguales a las galaxias del inconmensurable universo y la silueta de su sombra que lo sigue de cerca, imitando sus pasos y sutiles movimientos de querubín. Está encantado con todo de él, por sus labios de cereza escarchada en azúcar, la nariz esculpida por cincel, los lunares de chocolate incrustados en su piel y ante las hebras doradas de su cabello que brillan bajo los rayos del sol.

Se encuentra embelesado, espectando todo sin falta. El tono aterciopelado de su voz, la forma de su peculiar sonrisa y la dulce melodía risueña de su risa, son pequeñas anomalías de su vecino que le fascinan.

Todas y cada una le gustan.

Incluso la pequeña aureola que flota sobre la cabecita de su principito.

No. No es odio. Es un enamoramiento.

Es amor.

Un cobarde, trágico e imposible amor.

— Si la abuela estuviera aquí, estoy seguro de que estaría feliz por verlas tan vivas —con una pequeña sonrisa trazada en los labios, Jay le habla a las flores que le hacen compañía. Es agradable estar con las pequeñas amigas de aquella anciana, le recuerdan tanto a ella, ya que era con quién se encontraría en ese momento conversando, tratando de ocultar ese océano rosado que invadió sus mejillas—. Ustedes… —llamó entonces, mordiendo débilmente el belfo inferior, inquieto y apenado, jugando con la manga del abrigo que se había puesto ese día.

Gracias a que la estación de esa época del año es fría y seca, en la cual apenas y el sol brilla en el cielo, tras las nubes, se ve obligado a vestir de tal forma.

De pronto, con las palabras estando en la punta de su lengua, continúa su pregunta:

— ¿Qué creen que debería hacer?

Porque en ese momento en que su corazón ha comenzado a latir con exuberante euforia, siente que acaba de recibir la mayor epifanía de su vida.

Descubrió que lo amaba.

Jay por fin entendió que está enamorado de su vecino, él solo, por cuenta propia.

— ¿Qué debería hacer yo ahora? —vuelve a cuestionarse, pero no hay respuesta.

Las flores a su alrededor no formulan palabras, solamente mueven sus pétalos y hojas a razón del viento otoñal que anuncia el próximo inicio del invierno, el momento exacto donde debería presentar la canción que ha escrito a su amado. Y, aunque la forma en ellas se menean es sólo un efímero silencio, de alguna manera encuentra una contestación de su parte.

Oye un “Ve y díselo” a lo lejos, tan suave que es un milagro el haberlo escuchado.

— ¿Lo hago?...

Luego, cuando se queda viendo los tallos cortados de las rosas, azucenas, pascuas y demás plantitas que el muchachito que vive dentro de su alma anteriormente se ha robado con descaro, alcanza a oír un inaudible “Hazlo o será muy tarde”.

Y entonces… las escucha.

Jay se levanta, su cuerpo reacciona por un impulso de emociones que son guiadas por su corazón y decide ir hacia donde el otro está.

Sacude la tierra de sus ropa y acomoda sus cabellos teñidos con cuidado, teniendo en mente cruzar la calle que separa su casa de la de su vecino para adentrarse en aquel territorio desconocido y buscarlo personalmente.

Está decidido, irá por él.

Irá a decirle a Sunoo que lo ama.

— ¡Jay...!

Pero justo cuando está por salir de su jardín, algo lo detiene. Su madre de pronto aparece frente a él, con la respiración agitada y las mejillas bañadas en lágrimas incontrolables. Se ve destruida, lo cual le preocupa al instante, en demasía.

— ¿Mamá, qué ocurre...? ¿por qué lloras? —pregunta, su cuerpo empezando a doler ante el vacío que se abre en su corazón cuando ve a su padre y a Ni-Ki asomarse por la puerta trasera de la casa, el más pequeño llorando desconsolado mientras el hombre tiene la mirada desolada, sintiendo pena por él, por el mayor de sus hijos..

Entonces, cuando la mujer lo abraza repentinamente, aferrándose a su cuerpo mientras los espasmos la dominan por completo, el mundo se detiene ante lo que ella le dice:

— Tu abuela… ella acaba de fallecer.

Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora