Su madre había traído a casa unas nuevas flores, crisantemos, a petición de su abuela luego de que una semana atrás ella le mencionara que le gustaría saber que al volver del hospital se encontraría con esas pomposas florecitas de pétalos pintorescos, y como era obvio gracias a la nueva llegada de dichas plantitas él estaba a cargo de cuidarlas y velar por su buen desarrollo y crecimiento en la tierra húmeda del jardín.
Jay ya había plantado las flores en un sitio especial que seleccionó su padre con antelación, y ahora estaba regando, como usualmente lo hacía, el resto de las que esperaban ansiosas un poquito de su atención y cuidados.
Con la regadera de plástico, perteneciente a la anciana, en sus manos y una sonrisa amigable entre los labios, hacía su deber, feliz y enorgullecido de todo el buen trabajo que hasta el momento hizo por cuenta propia en el jardín del patio trasero.
Aunque, todavía no estaba del todo satisfecho, el visto bueno de su querida abuela faltaba en ese punto, pero podía soportarlo momentáneamente. La esperanza de que la mujer de edad llegaría en cualquier instante seguía en pie en su corazón, persistente. Al igual que las constantes visitas del ladronzuelo que tenía como vecino.
- ¡Hola, hyung!
Sunoo acaba de aparecer, otra vez.
- ¿Ahora qué quieres? -y como generalmente sucede, repite la misma rutina de bienvenida, él lo recibe con el ceño fruncido y los brazos cruzados, interponiéndose entre la línea invisible que los divide a su jardín y al rubio.
- Vengo por más flores, Jay.
- Dijiste lo mismo hace dos semanas -a pesar de que el otro intente convencerlo, se mantiene firme, con su vista fija en la contraria y la oposición a que se adentre más al área donde las flores se encuentran, presente -. No dejaré que te lleves otra más.
- Su abuela no estaría contenta de saber eso -formando un adorable puchero con los belfos de dulce pigmento rosado, Sunoo le recuerda, acercándose lentamente hasta donde está-. No puede negarme nada, se lo dije antes, hyung.
- Y yo ya te dije que no puedes robarte nada, ¿no tienes suficiente con las margaritas de la última vez?
Frunciendo más las cejas, el de tez blanca interroga, decidido a saber por qué su vecino tiene tanto afán en hurtar algo que no es suyo. La probabilidad de que le esté mintiendo y aprovechándose de la amabilidad de su abuela es exageradamente alta.
Seguro el rubio tiene todo el jardín de su propia casa invadido de flores, todas las que se ha robado sin su permiso. No puede ser verdad que se encuentre vacío y sin vida. Es imposible creer eso tan incoherente.
- ¿Qué demonios hiciste con ellas? -interrogó.
- Murieron.
Sunoo contestó instantáneamente, con filo y dureza en sus palabras que cargan lamento y miedo en ellas. La preocupación se siente mezclada en lo que dice, así como en la forma en que el reflejo de sus iris cambia por unos segundos a uno totalmente deprimente, como si estuviera vivo y a la vez muriendo. Atrapado en ambos, sin salida. ¿Pero cómo sería eso posible?
Jay no entiende el porqué, pero algo dentro de su pecho se encoge cuando, en esos minutos de silencio que se generan entre ambos debido a la respuesta tosca del más joven, logra notar otro detalle inusual en el aspecto de ese día en su vecino.
Su cuerpo está delgado, la ropa todavía le sigue quedando más holgada de lo que está acostumbrado a ver en él, y las ojeras bajo sus ojos oscuros persisten, resaltando muchísimo más que el primer día que las notó; se ve agotado, increíblemente fatigado y decaído, no parece tener suficientes energías como para estar tanto tiempo activo, a pesar de que en sus lentos movimientos y en la tonta sonrisa trazada en sus belfos aparenta lo contrario.
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Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación
FanfictionPark Jongseong "odia" profundamente a su bonito vecino, quién llega casi todos los días a su casa para robarse, sin razón alguna, las pequeñas y coloridas flores que crecen día a día en el jardín de su abuela. © Adaptación de Ladrón de Flores (Yoont...