Sunoo sigue en el jardín, junto a las flores muertas que ahora lo acompañan y que él mismo mató.
Desde que su hermano se fue de casa esa fría mañana donde siente que se han despedido a pesar de que sabe que se verán horas más tarde, cuando el mayor vuelva del instituto y se saluden los dos en la mesa del comedor a la hora de la cena, se encuentra completamente abandonado en ese solitario y deprimente lugar.
Su débil y delgado cuerpecito tratando de mantener el equilibrio y de contener el dolor que desde que despertó lo ha consumido de pies a cabeza, extendiéndose la inquietud por la longitud de sus huesos y por el resto de sus extremidades como si la realidad de la luz se tratase.
Son todavía horas tempranas cuando continúa allí, observando en silencio la tierra esparcida sobre las palmas de sus manos y sobre el césped verdoso que cubre toda la pequeña zona del patio trasero. Es aún de día cuando todavía tiene la suficiente fuerza como para quedarse allí parado, debajo de los rayos de luz del sol que apenas logran hacerlo sentir cálido gracias a que el clima del otoño es nublado y seco. Tan frío y desolado. Tan deprimente y desesperanzador.
El rubio no sabe a qué se deba, pero pese a que esa mañana ha despertado con intenciones de seguir cuidando su jardín, de alguna u otra forma, de manera repentina, ha comenzado a sentir que esa será la última vez que lo vea. No tiene idea de porqué, pero luego de que se ha colocado de rodillas sobre el suelo para comenzar a tocar las plantitas marchitas, la terrible y desgarradora sensación de querer llorar lo golpea con firmeza, consiguiendo que en segundos los cristales de sus ojos oscuros se llenen de lágrimas y se empapen con facilidad, llegando a descender sobre sus mejillas cuando piensa en que tal vez se equivocó. En que quizás falló.
¿Qué tanto puede vivir una flor?
Durante toda su vida Sunoo se ha hecho esa única pregunta, ha luchado por encontrar una respuesta, ha llorado y también ha sufrido por querer hallar una explicación a esa duda que desde niño lo ha consumido. Por años ha hecho todo lo posible, todo lo que ha estado en sus manos para saberlo. Usó todo lo que pudo, tomó los medicamentos que no quiso, siguió tratamientos que el médico le recomendaba e incluso accedió a empezar con una quimioterapia que solamente lo cansaba y fatigaba hasta el punto en que todo le dolía y el deseo de dormir lo golpeaba, dejándolo esa sensación moribundo por largas horas dentro de una habitación de hospital. Hizo todo, cada cosa, y se lamentó por ello. Se llenó de esperanzas. Se emocionó. Se ilusionó. Se arrepintió. Y también se odió.
Hizo todo. Él lo hizo todo.
Y entre cada cosa que hizo, en algún punto deseó estar muerto.
¿Dónde estaba la respuesta que quería?
Llevaba tanto tiempo buscándola que ya no tenía ni idea de cuál era el fin de encontrarla. No sabía a dónde ir ni qué rumbo tomar. Porque todo lo que quería estaba ahí, justo frente a él, muerto entre sus manos, entre sus dedos y sobre la tierra seca que se suponía debía mantenerlas con vida. La respuesta que deseaba estaba justo frente a sus ojitos que ahora derramaban el océano que inundaba su alma y lo asfixiaba. Todo lo que anhelaba estaba justo con él, igual de vacío y muerto que su cuerpo que poco a poco comenzaba a convertirse en un cascarón vacío, en una flores rojas de invierno que perdieron su leche y en un diente de león que perdió sus semillas gracias a la fuerza con el viento lo sacudió.
Lo que tanto esperó saber estaba debajo de él, convertido en esas florecitas muertas que debido a sus cuidados lo único que hicieron fue ser llevadas hasta el más allá, a un jardín al que pronto él también iría y a donde la abuela lo esperaba desde hace un par de días. Cada palabra, cada negación o afirmación, junto a todas esas oraciones que formarían la frase de una contestación, las tenía ya presentes, entre esa línea de fantasía y cruel realidad que le demostraba lo que siempre supo.
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Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación
FanfictionPark Jongseong "odia" profundamente a su bonito vecino, quién llega casi todos los días a su casa para robarse, sin razón alguna, las pequeñas y coloridas flores que crecen día a día en el jardín de su abuela. © Adaptación de Ladrón de Flores (Yoont...