Capitulo 16

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Esos meses en los que su abuela estuvo internada y encerrada dentro de las paredes blancas de un hospital, fueron una total tortura de emociones tanto intensas como negativas para el jovencito de tez lechosa. Al estar tan acostumbrado a pasar la mayoría de sus tardes conviviendo con aquella enérgica anciana de aroma a lavanda y flores, el tiempo sin su compañía cayó como granizo en plena tormenta de verano sobre él, perjudicando un poco su humor, pero nunca dañando su voluntad de cuidar del jardín.

No importaba que ocurriera, ni que tan lejos estuviera la original dueña de su pequeño y paraíso, Jay jamás tuvo en mente la idea de dejar de lado su labor.

Ahora era el nuevo guardián y como todo hombre al mando que era, cumpliría su papel al pie de la letra y con muchísimo cuidado. Por lo menos, hasta que la mujer de curiosas arrugas volviera y retomara su puesto, devolviéndole a él la escala de admiración y cariño que reflejaba en sus orbes cada vez que la veía a ella resplandecer, sonreír y existir en ese mundo que les pertenecía.

Las esperanzas de volver a encontrarse con la abuela Park era lo único que ese momento de tiempo de su vida se había establecido en él, como una preocupación insana y quizás una súplica dolorosa al mismo cielo para que todo saliera bien y ella pudiera regresar a casa lo más pronto posible. Pero ante el pasar de los días ese deseo se fue convirtiendo más en un sueño y anhelo, una tremenda desesperación por saber cómo se encontraba la viejecita. No tenía idea de nada sobre su salud o bienestar y tampoco le daban la oportunidad de encontrarse con ella, de verla y conversar una vez más, entonces, ¿cómo esperaban que se sintiera?

Claramente, debido a las desanimadoras circunstancias, terminó por plantar una diminuta semilla de resentimiento en contra de su tonto vecino de la casa de al frente, quien a diferencia suya obtuvo demasiados momentos para verla.

No como él, que solamente tuvo uno, tan corto e instantáneo, que podría recordar cada segundo de este con facilidad. En cambio aquel rubio no, porque tenía tantos recuerdos de su abuela en el hospital que simplemente estaba en el derecho de saltarse alguno y luego regresarlo a su mente cuando pudiera, teniendo así el dominio de las memorias de la expresión dulce y suave de ella grabadas dentro de él, como un tierno bordado en la telas de los enormes suéteres que usaba a diario.

Sunoo había podido.

Pero él no.

Y por ello, siendo la relación de abuela y nieto el lazo fraternal más sincero que pudo entregar alguna vez en su vida, cuando la noticia del dormitar eterno de la mujer llegó a su oídos, fue que el jovencito se perdió. Se descontroló. El mundo cayéndose encima suyo con cada escombro impactando sobre su espalda y hombros esa tarde en la que estaba en medio del jardín, sentado sobre el césped, estando con las flores luego volver de una larga mañana en el instituto, la sonrisa de dientes blancos deformándose hasta dibujar una mueca de dolor en su rostro afligido, lleno de tristeza y desolación.

Las gotas que alguna vez cayeron con amor sobre las flores para darles vida, ahora se deslizaban por las mejillas del joven, quemando su alma. Dañando todo dentro de él.

Destruyéndolo. Haciéndolo sentir que se ahogaba.

Jay esa tarde rompió en llanto amargo encerrado en su habitación, deseando que nada de lo que su madre le dijo fuera cierto, que todo se tratara de una mala broma por parte de aquella anciana que siempre jugaba con él y amaba molestarlo, de quien la última vez que se vieron le susurró en su oído que fuera feliz y cuidara de las flores de su jardín mientras ella no estaba.

Su abuela.

Su amada abuelita.

Ella había muerto.

Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora