Capitulo 6

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— Ayer fui a ver a su abuela, hyung.

Sunoo está al frente suyo, sonriente y algo somnoliento, sus orbes oscurecidos reflejan cansancio, pero lo disimula demasiado bien cuando le sonríe y dedica una mirada de felicidad. Hay brillo en sus pupilas e iris, las estrellas resplandecen en ellos igual que el universo mismo. A su vez se nota distinto, pero en medio de esa tristeza, el toque de alegría existe.

Persiste.

— ¿Otra vez? —con la oración de su vecino, automáticamente gruñe, formando con

los belfos una línea deforme de disconformidad.

A Jay todavía le afecta que el otro tenga más oportunidades para visitar a su querida abuela que él mismo.

De cierto modo es injusto, él ni siquiera la ha visto desde hace dos meses atrás, cuando la mujer fue llevada al hospital de emergencia por un silencioso pre-infarto que tuvo en la hora de la cena y ellos dos apenas pudieron despedirse en la entrada del edificio de atención médica. Después de eso no la ha vuelto a ver, sus padres aún no le permiten hacerlo y la única información que recibe de su estado actual es gracias a las charlas nocturnas que tiene con ambos adultos, luego de que estos regresan a casa y le comentan los diagnósticos y opiniones del doctor que la atiende.

Pero más allá de ello, no sabe nada.

— Sí —con un suave asentimiento, el de cabellos rubios le contesta, meciéndose sobre los talones de sus pies al observar cómo recorta, con una gran tijera, las hojas muertas de algunas de las flores del jardín que requieren cierta atención especial—. Ya sabe que cuando voy al trabajo de mamá, ella me deja visitarla.

— Tienes suerte —con otro gruñido, Jay se queja. La envidia y el resentimiento están nuevamente inyectándose en él. Tal vez si no fuera porque no ha visto ni hablado con la dulce anciana desde hace más de dos meses, no sentiría eso. Pero ¿qué puede hacer?, no es como si simplemente le exigiera a sus padres permitirle visitar a su abuela. No es algo sencillo de hacer, en realidad.

No desde que el estado de ella es extremadamente delicado y los dos adultos tomaron la decisión de estar más al tanto de su salud, concentrando toda su atención en la señora. Y es que a partir de ello, ni su hermano menor ni él podían entrometerse. Lo único que podían hacer hasta el momento era esperar, pues su madre había dicho que cuando fuera el momento los llevarían a ambos a visitar a la arrugada mujercita.

— Yo no lo consideraría suerte.

— ¿Hmm? —es demasiado obvio que ha escuchado el murmullo bajito de su vecino.

Sunoo es muy transparente, cualquier cosa que salga de sus labios puede ser percibida a kilómetros; y no es que Jay diga eso porque esté al cien por ciento al tanto de sus movimientos, gestos y palabras. No, de hecho, a él poco le interesa—. ¿Qué dijiste?

Es sólo que a veces tiene la fortuna de notarlo.

Nada más.

— Nada —apartando ágilmente la mirada de pequeño osezno, el menor contesta con un tipo de chillido agudo, como si estuviera acorralado o quizá atrapado con las manos en la masa; probablemente con las manos en las flores, si es que le preguntaran, claro.

— No soy tonto, Sunoo.

El alto rueda los ojos y exhala, pensando que el clima de mitad de año es extrañamente perfecto, se siente bien respirar aire limpio y fresco. Definitivamente las plantas tienen que ver con eso, nadie podría negarlo, por algo las personas sabías dicen que los árboles, las flores y la naturaleza en sí es esencial para vivir en el planeta tierra.

Ladrón de Flores (Jaynoo) Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora