Capítulo 07

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Apo se sintió incómodo el resto de la noche. No podía apartar la idea de que incluso el aire a su alrededor era maligno. Contaminado. Algo estaba allí afuera, y estaba persiguiéndolo.

Sólo desearía saber quién o qué era.

¿Por qué?

Mile no habló mucho mientras patrullaban, y no encontraron señal de ningún Daimon. Faltaba menos de una hora para el amanecer cuando regresaron a su casa en la calle Bourbon.

Mile se quedó parado detrás de Apo mientras abría la puerta. Apo se detuvo al notar que él no hacía ningún movimiento para entrar.

—Has tenido un mal susto esta noche —dijo tranquilamente, mientras mantenía las manos en los bolsillos—. Deberías descansar, y te sentirás mejor.

Apo observó el modo en que la luz de la luna recortaba sus apuestos rasgos. La sinceridad que veía en esos atormentados ojos negros la perseguía.

—Sinceramente, no quiero estar solo. Realmente me gustaría que entraras.

—Apo...

Él colocó los dedos sobre sus cálidos labios para sofocar su protesta.

—Está bien, Mile. Si no estás interesado en tener sexo conmigo, no lo tomaré como algo personal. Pero...

Mile acalló sus palabras con un beso caliente. Apo gimió ante el sabor del romano mientras colocaba una mano en su nuca y le enterraba los dedos en el cabello.

Envolviendo sus brazos alrededor de él, Apo lo empujó hacia adentro y lo sujetó contra la pared para poder besarlo salvajemente. Tironeó de su ropa, prácticamente rasgando la camisa antes de darse cuenta que ni siquiera había cerrado la puerta.

La cerró de un golpe, puso el cerrojo y luego regresó a Mile.

—Marla —dijo Mile con voz ronca mientras Apo se estiraba para desabrocharle el pantalón.

Apo maldijo. Mile tenía razón. Si Marla los escuchaba, iría a investigar.

—Sígueme —susurró, tomándolo de la mano para llevarlo arriba, a su dormitorio.

Afortunadamente, la puerta de Marla estaba cerrada. Apo lo metió en su habitación, luego cerró y trabó su propia puerta.

Debería estar nervioso por esto, y sin embargo no lo estaba. Era como si una parte de él necesitara esta intimidad con un hombre que era completamente odiado por toda su familia.

No tenía sentido.

Sin embargo aquí estaba, rompiendo cada tabú que conocía. Plan lo mataría por esto. Mean jamás lo perdonaría.

Pero su corazón no quería escuchar ninguna razón. Contra toda cordura, quería a su General Romano.

Apo lo besó ferozmente, necesitando que él lo alejara de su miedo.

Mile gruñó ante lo bien que Apo sabía. No estaba acostumbrado a que alguien más tomara el mando en el sexo, y encontró que su falta de modestia era refrescante. Apo se apartó de sus labios el tiempo suficiente como para quitarse su propia camiseta antes de aferrarse a él otra vez.

Mile no podía pensar mientras Apo presionaba su cuerpo contra el de él. Apo bajó el cierre de su pantalón y bajó la mano para acariciar suavemente su miembro.

Mile siseó de placer mientras Apo pasaba las manos por su cadera, hacia su trasero. Lenta, seductoramente, le bajó el pantalón, desnudándolo. Jamás había experimentado algo más erótico.

Arrodillándose frente a él, le quitó los zapatos, las medias, y luego le quitó el pantalón por completo.

Mile no comprendía a este hombre. Le resultaba imposible creer que estuviera con él de este modo. Había pasado tanto tiempo desde que había estado con nadie. Como Apo había señalado, la mayoría de las que había conocido eran formales e indiferentes en la cama.

07 MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora