Capítulo 11

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Mile miró la estatua mientras las palabras de Apo resonaban en sus oídos. Como siempre, el rostro de Agrippina miraba fijamente la nada. Vacía. Fría.

Insensible.

Le dolía el pecho por la dura realidad del pasado, y su propia y particular estupidez al intentar aferrarse a algo bueno de su vida como humano.

-Sinceramente, ni siquiera la conocía -dijo con calma-. Probablemente jamás haya hablado más que un par de palabras durante su vida y, sin embargo, si hubiese podido tener una mujer que me amara, hubiese estado agradecido que fuera ella.

Apo estaba asombrado por su confesión.

-No entiendo. ¿Por qué cuidas la estatua de una mujer a la que no conocías?

-Soy patético -rió amargamente-. No, en realidad soy demasiado patético como para serlo. Cuido a su estatua porque no fui capaz de cuidar de ella.

Su furia y su dolor alcanzaron a Apo y se aferraron a su corazón.

-¿De qué estás hablando?

Con su cuerpo entero rígido, Mile miró al otro lado de la habitación.

-¿Quieres la verdad, Apo? ¿Realmente?

-Sí.

Doblando los brazos sobre el pecho, se apartó de Apo para poder mirar fuera de las oscuras ventanas de la habitación, hacia el elegante patio que había detrás.

-Fui una metida de pata genética de proporciones titánicas, y jamás he comprendido porqué. He pasado toda mi vida intentando comprender porqué carajo me importa alguien cuando jamás nadie hizo una mierda por mí.

Su profanidad lo conmocionó. Él no acostumbraba a hablar de ese modo, y eso sólo le permitió notar lo volátil que era su humor.

-No tiene nada de malo preocuparse por otras personas.

-Sí, claro que sí. ¿Por qué debería preocuparme? Si muriese ahora, nadie me extrañaría. La mayor parte de la gente que conozco se regocijaría abiertamente.

La garganta de Apo se anudó ante la verdad de su declaración, y, sin embargo, la idea de que él muriera...

Dolía hasta un nivel insondable.

-A mí me importaría, Mile.

Él sacudió la cabeza.

-¿Cómo podría importarte? Apenas me conoces. No soy estúpido. He visto a la gente de la que eres amigo. Ninguno de ellos se parece a mí. Ninguno de ellos actúa o habla como yo. Todos ustedes se burlan de quienes se parecen a mí. Las personas como tú nos odian. Nos descartan. Soy rico y culto, provengo de una noble familia romana, por lo tanto debo pensar que estoy por encima de todos, entonces está bien ser maliciosos y fríos cada vez que ando cerca. No tenemos sentimientos que puedan ser lastimados. ¿Cómo podría a un noble romano importarle un comino un esclavo? Y, sin embargo, dos mil años más tarde, aquí está ella y aquí estoy yo, un noble perro guardián para una humilde esclava, porque ella le temía a la oscuridad cuando era pequeña y una vez le prometí que no tendría que dormir jamás en la oscuridad.

Sus palabras lo tocaron tan hondo, que su pecho se anudó y casi logró hacerlo llorar.

El simple hecho que hubiese mantenido su juramento a una simple esclava...

-¿Por qué le tenía miedo a la oscuridad?

La mandíbula de Mile tembló.

-Había sido la hija de un adinerado comerciante en un pueblo que mi padre destruyó. Él la trajo de regreso a Roma con la intención de venderla en el mercado, cuando mi abuela la vio y pensó que sería una buena acompañante. Mi padre la convirtió en un regalo para mi abuela, y Agrippina vivió con terror toda su vida de que alguien pudiera ir en su busca por la noche y destruir su mundo otra vez -su mirada se volvió perseguida-. Aprendió del peor modo que la luz jamás puede mantener alejados a los verdaderos monstruos. No les importa quién los vea.

07 MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora