Ohm giró en la cama para encontrar a su esposo, Nanon, mirándolo fijamente con esa turbada y penetrante expresión, que parecía reservar exclusivamente para cada ocasión en que él lo irritaba.
—Y debería importarme porque…
—Es toda la familia que te queda, y me gustaría que mi bebé conociera a ambos lados de su familia.
Ohm regresó a su lado de la cama mientras pretendía ignorarlo. Pero eso era imposible. En primer lugar, lo amaba demasiado como para darle poca importancia y, en segundo lugar, Nanon no sería ignorado.
Sintió su mano en el cabello, mientras Nanon jugaba con el.
—¿Ohm?
No le respondió. Luego que Mew había regresado a la tierra con Apo, él había pasado mucho tiempo en el Peradomatio, o Salón del Pasado.
Nanon estaba domesticándolo, después de todo. Estar casado con él le había enseñado mucho acerca de la justicia.
No, eso no era exactamente cierto. Estar con Nanon estaba haciendo al pasado soportable de algún modo, y ahora que estaba embarazado…
No quería que su hijo naciera en un mundo en el que el perdón fuera un concepto ajeno.
—No es fácil dejar ir al pasado, Nanon —dijo finalmente.
Nanon le besó el hombro, provocándole temblores.
—Lo sé, Príncipe Azul.
Lo hizo girar hasta quedar de espaldas y se inclinó sobre él.
Ohm colocó su mano sobre el hinchado vientre de Nanon, donde sintió a su bebé moviéndose alborotadamente contra su palma. Su hijo nacería en sólo dos semanas.
—Entonces, ¿necesito vestirme para una boda? —preguntó Nanon con calma.
Ohm le apartó el cabello del rostro, para poder ahuecar su mejilla.
—Te prefiero desnudo, en mi cama.
—¿Esa es tu respuesta final?
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—¿Qué sucede, Apo?
Apo giró para ver a Mile detrás de él. Se veía completamente elegante en su atavío negro pero, en realidad, siempre se veía de ese modo. A diferencia de él, Mile jamás había tenido un solo cabello fuera de lugar.
