LVI

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Narra Gavi

El partido había acabado con una victoria algo floja de nuestro equipo.

Había estado todo el partido buscando a mi chica en las gradas y no había aparecido, cosa que no me olía nada bien.

Así que en cuanto salí de vestuarios me fui corriendo a casa.

Estaba llegando a la puerta cuando vi varios coches de policía con las luces encendidas y una ambulancia.

Se me vino el mundo abajo.

Me bajé del coche y entré después de empujar a varios oficiales.

Miré la escena que tenía frente a mí.

La cocina estaba hecha un desastre, por no hablar del salón.

La puerta enorme de cristal que daba al jardín estaba rota y había millones de cristales desparramados por el suelo.

Me acerqué y vi sangre en algunos de ellos.

Creo que me bajó la presión porque me tuve que agarrar a la pared para no perder el equilibrio.

Un oficial se acercó a mí y me agarró del hombro.

– ¿Vives aquí?

– Sí señor. Soy dueño de la casa.

– ¿Y la chica?

– ¿La chica? ¿Qué ha pasado con mi chica? ¿Dónde está? ¿Está bien?

– Chico tranquilízate, la chica está estable, ha sufrido algunas heridas, por suerte no muy graves, pero ha tenido que ser atendida antes de que perdiera más sangre.

– ¿Qué ha pasado?

– Han entrado a robar y se han topado con la chica, que por cierto, ha sido muy valiente.

– ¿Valiente?– dije incrédulo.

– El ladrón venía con armas blancas y le hemos encontrado en la piscina, desmayado.

En ese momento quería coger a Leah y besarla por toda la cara.

Necesitaba verla.

– Quiero verla.

De camino al hospital avisé a los demás que también habían estado preocupados al no verla venir al partido.

Cuando llegué me dejaron entrar y la vi tumbada en la camilla, viendo la tele.

Sus ojos se encontraron con los míos y yo empecé a llorar.

Me senté a su lado y besé su mano.

Ella no apartó su mirada de mí, pero no me dijo nada.

– Dios Leah, que susto me has dado, no sabes lo preocupados que estábamos todos, ¿cómo estás cielo?

Entonces abrió la boca y me quedé pálido.

– ¿Quién eres?

Tragué saliva y la miré fijamente.

No.

No.

No.

No.

Esto sí que no.

Miré su mano, llena de cortes y volví a llorar aún más fuerte.

– Cielo...

– Es broma Gavi, estoy bien

La miré y me lancé a sus brazos.

Ella me correspondió emitiendo quejidos de dolor, por lo que me aparté rápidamente.

𝐑𝐄𝐌𝐈𝐍𝐃𝐄𝐑 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora