Capítulo 6: Blau

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Aylen

Cuando me aseguro que los chicos estarán bien sin nosotros, entonces Adrien y yo salimos de la casa a tropezones.

Levi dijo que se encargaría de llevar a casa a Ellie y a Aidan sanos y salvos. Ambos estaban enojados cuando bajamos para avisarles, ¿por qué? Ni idea. Ellie cortó cualquier tipo de pregunta que iba a hacerle y se fue a la pista con Cameron.

Esos dos me sacarán canas verdes.

Adrien abre la puerta del copiloto para mí y entro, cierra y no tarda de subirse a mi lado y encender el auto.

—¿Tienes hambre?

Lo miro.

—Siempre.

Mi respuesta le saca una risa antes de salir del lugar.

—¿Hay algún MacDonald por aquí?

—Sí, deja pongo la dirección.

Me inclino para poner la dirección en el GPS, luego vuelvo a recostarme en mi asiento.

Por unos minutos, permanecemos en silencio, solo lo veo mover su dedo índice sobre el volante constantemente. De tantas preguntas que tengo en la cabeza para sacar conversación no sé por dónde empezar.

—¿Te agrada el pueblo?

Frunce los labios y piensa.

—No lo he conocido muy bien para darte una respuesta correcta.

—Te lo puedo mostrar si quieres —sugiero bajando la ventanilla.

—¿Serás mi guía turística?

—Sí, y no será gratis, para que no te vayas emocionando.

—De acuerdo. ¿Cuándo comenzamos?

Llevo una mano a mi barbilla, contenta por el aire fresco.

—Mañana empiezo a trabajar junto con Cameron, salgo a las tres. ¿Te parece si damos una vuelta luego de que termine mi turno?

—Creo que me estás invitando a una cita, Aylen.

Giro mi cabeza en su dirección y me encuentro con una sonrisa en su boca, golpeo su hombro con cuidado de que no pierda el control con el volante.

—Idiota. Hablo en serio. ¿Aceptas o no?

Se lo piensa un segundo.

—Claro, no siempre se encuentra a una pobre alma samaritana que quiera mostrarme un lugar nuevo y, sin costo alguno.

—Sí habrá costo.

Se detiene en un semáforo rojo y pone toda su atención en mí.

—¿Cuál?

No tardo en responder.

—Un batido grande de oreo. Son mis favoritos —le muestro mi mejor sonrisa.

—Anotado.

En pocos minutos llegamos al McDonald el cual se encuentra abierto veinticuatro horas, perfecto para personas con hambre que deambulan por las calles. En este caso esas personas somos nosotros.

Detiene el auto y baja la ventanilla, una chica con cara de querer que se la trague la tierra y la escupa en el infierno nos atiende.

—¿Qué desean pedir? —nos pregunta con aburrimiento.

Adrien me mira.

—Yo quiero una hamburguesa doble con muchas papas, tocino y que no tenga cebolla por favor —le digo y ella anota todo con velocidad —. Ah, y una soda también.

Conquistándolo [Libro 1 & 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora