Nunca me había sentido así 8

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Me despierto antes de que suene la alarma. No estoy cansado, pero tampoco me encuentro con ganas de enfrentar una semana entera de clase por la mañana y por la tarde. Se hará larga.

De repente me acuerdo de que todos y cada uno de los días de la semana pasaré la primera hora del horario escolar con Nick Nelson. Eso me alivia un poco.

Encuentro un par de mensajes en mi whatsapp, y son de Ben. Es cierto que esta semana he estado un poco ausente en lo que respecta a mis amigos, salvo el rato que fuimos al cine. Y para ser honestos, no les presté demasiada atención.

Ben me da los buenos días y me pregunta si quiero que comamos juntos en el almuerzo. Acepto y pongo una carita sonriente.

Me levanto y me lavo, pero no me ducho. Estoy aún limpio de ayer. Ah, sí, ayer... cuando por la mañana amanecí en la cama del chico del rugby y pude ver el reflejo de los rayos de sol en el tabique de su nariz, resaltando sus pecas pelirrojas. Eso me gustó.

Y en ese momento recuerdo que me dió otro besito. Fugaz y suave, pero me lo dió. 

Me toco inconscientemente el pómulo donde me lo dió y me sonrojo levemente. 

Sintiéndome un poco idiota me lavo la cara, los dientes, las axilas. Plancho mi uniforme porque no me gusta ir desaliñado y selecciono unos calzoncillos verdes con plátanos. Sí, soy muy estiloso. Me echo desodorante, me peino ligeramente los rizos y bajo a la cocina. Tori me espera con mirada desafiante: quiere detalles de ayer, aunque ya le conté casi todo. Necesita escudriñarme para crear nuevas teorías amorosas sobre Nick y yo. Poco más tengo que decir... aunque en mi interior siento como si hubiera mucho callado que aún no ha salido a la luz.

Desayunamos cereales, café, mi padre se sienta con nosotros, me pregunta que si sigo viendo a Ben y le digo que estamos pensándonos lo que somos, Tori me mira de reojo... Oliver se mancha la camisa de mermelada, sube a cambiarse, mi madre le regaña desde lejos... una mañana normal y corriente.

Tori y yo salimos de casa veinte minutos después, con mucho sueño y resignación por la larga semana que nos espera. Ella también tendrá clase mañana y tarde. Yo hoy tengo ensayo con los de la banda del instituto. Hace días que no toco la batería y me siento algo oxidado. Me siento tonto por reconocer para mis adentros que desde que el chico del rugby me dio un besito en el bordillo de la entrada del colegio, estoy ensimismado.

Cogemos el bus y empieza a llover. Escuchamos música compartiendo auriculares, disfrutando del silencio del uno hacia el otro. No siempre necesitamos hablar para estar cómodos. Cuando llegamos dejamos que la manada de adolescentes llenos de prisas y de problemas de fácil solución entre en el instituto como una marabunta salvaje. Finalmente Tori y yo apagamos la música de Oasis y nos levantamos. Nos despedimos en la puerta. Me dice que le mande un mensaje si pasa algo interesante o si quiero quedar para volver juntos a casa. Me giro y miro la entrada de mi propio instituto. Las gotas de lluvia se están volviendo gruesas y las noto mojar los primeros rizos de mi coronilla. Eso no me impide quedarme quieto durante unos segundos y plantearme hacia dónde me dirijo. Qué quiero, qué no quiero. Solo sé que no sé nada.

Entro, subo la escalera, esquivo chavales de todas las edades y etnias y por fin entro en mi aula. Saludo al señor Lange que me devuelve una sonrisa con su amabilidad habitual, y me dirijo a mi sitio. Está vacío, Nick aún no ha llegado. Miro la hora en el teléfono. Es temprano. Me siento, dejo mi mochila, me quito la chaqueta. Saco mi bloc de notas, saco un par de libros, respiro hondo. Creo que hoy necesitaré un par de cafés para aguantar decentemente el día.

Y por fin el chico de pelo dorado hace su aparición estelar. 

Camina sin dudar pero al mismo tiempo no va deprisa. Lleva el ritmo justo y necesario. Saluda al profesor, a otro chico que está a su izquierda y se dirige a mí. O sea, a su pupitre. Bajo la mirada para fingir que no me afecta su presencia y saco punta a mi lápiz. En pocos segundos noto una mano posarse en mi hombro y apretar con dulzura. Nick me saluda desde el lado izquierdo y se sienta rápidamente en el derecho. Gira la cara, me sonríe y me derrito. Pero finjo como buenamente puedo y finjo no acordarme de repente del besito que me dió cuando creía que dormía. ¿Debería sacar el tema? Creyó que no me daba cuenta, quizá lo hizo porque realmente no se atreve a hacerlo con normalidad o... o yo qué sé.

Nunca me había sentido así.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora