Nunca me había sentido así 37

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Cuando veo a Nick bajo mi ventana, no puedo evitar alegrarme por dentro y quedarme ensimismado mirándole, en silencio, y prácticamente escondido. 

No quiero distraerle de lo que sea que esté pensando, así que me limito a observar. Nellie se ha sentado a su lado y él no se mueve: permanece en el suelo sentado, aparentemente tranquilo, mirando al cielo y sin hacer más ruido que su mera respiración.

De repente gira la cabeza y mira hacia arriba. Hacia mi ventana. Doy un brinco hacia atrás y observo escondido tras el marco de ésta, que después de unos segundos, se levanta y se va.

Camina sereno de vuelta a casa, supongo. 

No suele pasear tan tarde a su perro. Al menos que yo sepa.

Me meto en la cama y cierro los ojos para intentar dormir, algo más sereno con la tonta idea en la cabeza de que Nick sigue vivo, que le he visto y que por alguna razón ha mirado hacia mi ventana y se ha sentado en el descansillo de mi puerta.

Por algo será.

Al menos se acuerda de mí.

Y me quedo dormido.


A la mañana siguiente Tori tiene que volver a pegar un bufido desde fuera para despertarme. Creo que olvidé poner el despertador después de ver a Nick. Miro el móvil y aún tengo tiempo de salir de la cama sin muchas prisas, pero algo apurado. Aunque no he dormido como un lirón precisamente, pero hoy no me cuesta levantarme. Noto el cansancio en mis párpados, y aprecio que apenas tengo batería. Y un mensaje de Ben, otro de Aled, otro de Harry... y otro de Nick.

Siento que algo se encoge en mi estómago y decido ir a vestirme y hacerme el desayuno antes de que pueda entretenerme más. Me ducho rápido, me lavo los dientes, me echo algo de espuma en los rizos. Intento hacerme el nudo de la corbata lo más decente posible y regaño a mi hermana por lo mal que lleva siempre la suya. Mi hermano corretea por el pasillo en ropa interior huyendo de mi madre, que le persigue con la camisa del uniforme en la mano. Sonrío. Así es mi familia habitualmente: somos muchos, ruidosos y al mismo tiempo depresivos. No sé cómo mezclamos ambas cosas, pero así es. Y creo que se nos da bien querernos así.

De repente pienso en la calma que hay en la casa de Nick. Incluso cuando está su madre apenas hay ruido, apenas nada nos molesta. Hasta el tráfico parece querer respetar esa calma. Sólo se revuelve un poco el ambiente cuando está su hermano, que es más parlanchín y más avivado. Nick siempre parece sereno, serio y callado. A pesar de eso, no refleja una personalidad agria.

Y el grito de mi hermana desde la cocina me devuelve otra vez a la realidad.

Bajo con prisa, devoro unos pocos cereales en el primer cuenco limpio que encuentro en el lavavajillas y otra vez me cruzo con mi padre, que mágicamente nunca parece tener prisa. Es un don. Me hago algo rápido para el almuerzo y mi hermana y yo salimos pitando por la puerta. Al final vamos justos de tiempo, como siempre.

Hoy cogemos el autobús y charlamos con tranquilidad y normalidad. Hasta que, cómo no, sale el temita.

"¿Y qué pasa con... Nick? Últimamente no le mencionas tanto"

Vaya por dios.

Pongo los ojos en blanco y luego la miro con el ceño fruncido.

"No pasa nada, ¿qué va a pasar? Lleva unos días más distante, está ocupado con la vuelta al rugby"-miento.

"Ah, vale..."-finge creerme.

Y seguimos hablando de tonterías hasta que llegamos al instituto.

Pero yo no dejo de pensar en el comentario de mi hermana. Se me nota a legüas que algo pasa, soy como un libro abierto.

Nunca me había sentido así.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora