Nunca me había sentido así 9

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Cuando llego a casa suelto la mochila, me quito los zapatos y me desnudo al tiempo que saludo a lo lejos a mi madre y empiezo a subir las escaleras para meterme en la ducha y ponerme el pijama. De repente me siento agotado, como si el día hubiera tenido 50 horas. Tengo algo de tarea, pero ya me ocuparé de eso mañana. Hoy necesito descansar.

Cuando termino de cepillarme los dientes y secarme el pelo abro el armario en busca de algo para estar por casa... y me topo con una camiseta rosa vieja. De repente me recuerda a la que Nick me dejó para dormir en su casa. Me hace sentir una pizca de ternura y me la pongo, como si eso me hiciera acercarme a él aunque no sea cierto.

La tarde pasa más rápido que la mañana, obviamente. Tori vuelve una hora después de mí y aunque su día ha sido ajetreado, parece que no se compara con el mío.

Me siento afligido, débil. Me cuesta tirar de mi cuerpo. Me arrastro hasta mi cuarto y me dejo caer en la cama fingiendo que sólo estoy cansado. Pero lo cierto es que no tengo ganas de hablar con nadie ahora mismo... ni de comer.

Es bien sabido en mi casa que sufro de un trastorno alimentario, y hace tiempo que voy a terapia para combatirlo y controlarlo. Sin embargo, tengo mis días, como en todo, y hoy parece que va a ser algo malo. Mi ánimo no está muy allá y tampoco me entusiasma la idea de merendar ni de cenar. 

Estoy bien así, sin comer nada más por hoy.

La semana que viene tengo cita con el psicólogo. Supongo que le tendré que contar este día tan tedioso.

Me meto en la cama mirando el móvil y esperando que eso me entretenga lo suficiente hasta que me quede dormido... pero no es así. Abro el whatsapp y decido que hablar con alguien es mejor. Aún es temprano. Escribo a Aled, a ver cómo le ha ido el día. Le pregunto si nos veremos mañana. A Ben ya le he visto, pero, bueno... le escribo un ¿cómo va la noche? escueto. Me habla mi vecina, que la conozco desde que tenía seis años, preguntándome si esta semana quiero quedar con ella, que va a salir con sus amigos a la bolera. Parece guay. Me lo pensaré. 

La puerta de mi cuarto recibe un golpe y eso saca mis ojos de la pantalla. Es Tori, que me trae un té. Supongo que se ha dado cuenta que no he querido cenar y puede que se haya preocupado. Tampoco es para tanto, sólo tengo un mal día.

Lo acepto agradecido igualmente y hablamos unos minutos. La echo con prisas, diciéndole que me quiero ir a dormir, que he tenido un día muy largo. Sueno convincente y se pierde entre la oscuridad del pasillo. Me enrollo como un burrito en mi edredón y sólo mis dedos quedan fuera, tecleando en el teléfono. Ben me contesta, respondo a mi vecina, Aled me manda un audio... mi padre desde el piso de abajo me dice que qué hago en línea, que por qué no me duermo ya si me he venido al cuarto tan pronto... y por último, Nick.

Siento una punzada de nervios cuando veo su nombre y me siento más idiota aún de lo que me he sentido antes. Me pregunta si quiero acompañarle a sacar a su perra ahora, a última hora de la tarde. Que será sólo un rato pequeño. 

Sonrío. Se me había olvidado que somos vecinos. Hasta hace una semana ni siquiera lo sabía, y ahora parece que los Nelson están puerta con puerta conmigo.

El hecho de que su mensaje me haya hecho esbozar una sonrisa me hace hablarme a mí mismo. ¿Debería decirle que sí? No sé si quiero ver gente, el resto del día ya está sobrando en mi cuerpo. Decido decirle que no, que muchas gracias. Que nos veremos por la mañana en tutoría.

Contesta con un breve Ok. y deja de estar en línea.

Me siento un pelín mal cuando lo veo, pero es la reacción normal a lo que he contestado, así que... es lo que hay.

Al final dejo el teléfono y opto por beber algo del té que tengo a mi lado. Cierro los ojos y me quedo dormido.


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