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Soyama Akaza; un alfa de 22 años de edad, ya hacía sentado en su oficina mientras veía los papales en su escritorio, leyendo uno que otro documento de los deudores de su padre, haciendo cuentas de cuánto dinero se había generado y perdido en el último mes.

Hacía al menos unas tres horas que no se levantaba de su lugar, y seguía haciendo cuentas; odiaba hacerlo, pero tenía que darle una mano a su hermano Hakuji, ya que estaba de Luna de miel con su cuñada y sería imprudente de su parte obligarle a hacer su parte del trabajo después de un suceso tan importante como su boda con Koyuki.

Suspiro abatido mientras se recargaba en el respaldo de la silla y miraba el techo frustrado. No es que le molestara como tal ayudar a las cuentas, sino que le molestaba que por culpa de estar ahí sentando no podría dormir hasta acabar, y ya eran al menos las dos de la mañana.

Escuchó la puerta de su oficina ser abierta, y por el olor de aquella persona supo que era una de las amas de llaves de su mansión. - ¿Necesitas algo, Sumi? - Pregunto, sin siquera voltearse.

La joven pareció tensarse un poco, la voz del alfa siempre le pareció muy autoritaria.

- El señor Keizo llamó al teléfono de mi habitación, y me ordenó que le trajera café - Dijo mientras se acercababa al escritorio de él hombre para quien trabajaba y dejo una bandeja con una taza blanca con agua caliente, un frasco de café puro, una cuchara, y un mochi en su mesa de trabajo- Lo traje sin azúcar, joven Soyama. Tal como me sugirió que se lo trajera la última vez.

- Bien. Puedes retirarte.

Y dicho eso, la mujer dió una reverencia para girar sobre sí misma, y salir por la puerta en total silencio.

Akaza odiaba que su ama de llaves acatará órdenes de su padre, ya que después de todo trabaja para él y no para Keizo. Aveces se preguntaba si su padre le marcaba a su sirvienta solo para molestarlo.

Se levantó de la silla en donde estaba, y empezó a caminar en vueltas por toda su oficina, necesitaba estirarse un poco. Observó su estudio sin nada mejor que hacer; miró las repisas repletas de libros y novelas, las paredes hechas de madera roja y los sofás cafés; también miro su propio escritorio de madera pulido y su laptop rosada, alzando la vista para observar los cuadros y pinturas que adornaban las paredes y se detuvo en la sección de fotos familiares.

No le gustaba recordar su infancia con la de su hermano, era una herida bastante profunda para él; agradecía mucho al señor Keizo por haberles acogido, y aunque no lo admitiera, se sentía feliz por su hermano, que logro encontrar a su prometida en Koyuki, la cual era la hija de sangre de su tutor.

Se peleaba seguido con su hermano, pero eso no quitaba que lo quería en el fondo.

Desvío la mirada de la fotografía de él y su hermano de jóvenes, y la posó en una foto de la familia entera, más específicamente en el "Día de caza", el cuál era el cumpleaños de su tutor, en el que salían a algún bosque, o a la sabana para cazar algún animal grande o bonito, para dicecarlo. Adoraba esos días.

Miro una de las repisas detrás de su escritorio, lleno de cabezas de animales o sus mandíbulas y justo hasta arriba de ellos, en la repisa arriba de su mesa de trabajo, un hermoso tigre disecado en una posición en la que pareciera que estaba rugiendo. Instintivamente miro hacia el techo, viendo el esqueleto colgado de un tiburón blanco grande adornando el techo, ese había sido un regalo de uno de sus mejores amigos, Gyutaro.

Después de vacilar un gran rato, camino a su mesa de trabajo y agarró el frasco de café, abriéndolo. Tomó la tasa de agua caliente y con la cuchara que venía en la bandeja hecho una cucharada de café llena. Lo revolvió un poco, y mientras lo hacia miro el mochi que estaba en uno de los platos, dudando en si comerlo o no.

"THE MURDER OF ME." |⚠ +18| Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora