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Urogi se paseaba ansiosamente en su habitación. Caminaba en círculos y después iba a la puerta. Después, retrocedia y volvia a caminar en círculos.

Estrés.

Enojo.

Tristeza.

No, el no podía sentir eso. Él debía estar feliz.

Paró en seco y se miró con detalle en el espejo de su cuarto.

No estaba sonriendo.

No estaba sonriendo.

Tenía que sonreír.

Si él sonreía, Aizetsu sonreía, si Aizetsu sonría, Sekido sonría, y si Sekido sonría, Karaku... Bueno, él no contaba mucho. Pero el punto era que, debía sonreír.

Claro que sospechaba lo que se traían esos dos, pero no quería intervenir. Si, estaba celoso, por supuesto que sí, cualquier hermano estaría celoso si su pequeño hermanito mimado está cada vez más cerca de un tipo gruñón. Cada día Aizetsu olía más Sekido, era como si el mayor lo estuviera marcando con su aroma cada vez más y su hermano lo estuviera aceptando de cierta forma.

Si, Aizetsu era ciertamente inocente.

Pero no estúpido, de hecho era muy, muy astuto.

Soltó un suspiro de frustración. Nada estaba saliendo como quería. Era un sobreprotector con su hermano, y un maldito drogadicto; la única persona de su familia que sabía era Karaku, ya que él también se drogaba.

El olor a limón inundó su nariz y soltó un gruñido. Sekido estaba seguramente en el pasillo caminando hasta el final con la excusa "Escuché un ruido, y me quise asomar por la ventana".

Mentiras.

Ese hombre solo iba a marcar con su aroma la puerta del menor.

Entonces, mientras seguía viéndose al espejo, suspiró. No era su problema, definitivamente no tenía que meterse en la vida personal de sus hermanos. Ya eran lo suficientemente grandes para saber lo que hacen.

Caminó de nuevo a su cama, y se acostó boca arriba.

Estaba cansado. Ya era de día, si, pero no durmió nada.

Y entonces, escuchó una carcajada enormemente fuerte.

Karaku.

No pudo evitar preguntarse por dentro, como su hermano lograba mantenerse en constante estado de felicidad todo el tiempo.

Le tenía envidia. Él también quería reírse así, él también quería estar feliz todo el tiempo. Era el segundo hermano mayor, debía poner ejemplo.

Mientras tanto, Karaku estaba riendo como si no hubiese un mañana en el suelo de su habitación.

Le dolía.

Le dolía horrible el estómago por reír.

Le dolía la garganta por reír.

Le dolía la lengua.

Le dolía todo.

Mientras seguía riendo, se llevó sus manos a su estómago haciendo fuerza, y pronto, sus ojos se empezaron a humedecer.

«Deja de reír, deja de reír, deja de reír»

Pero no podía.

¿Por qué no se callaba?, ¿Por qué se reía?

Se levantó del suelo como pudo mientras aún sujetaba su estómago, y las náuseas lo invadieron. Solo entonces se dirigió al baño de su habitación para agacharse en el suelo y expulsar todo lo que había cenado el día anterior.

"THE MURDER OF ME." |⚠ +18| Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora