Llamada 95

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La brisa fresca de aquella tarde se deslizaba constantemente por su rostro, y en una de esas, ocasionó uno que otro estornudo en Takemichi.

Debido al repentino frío, el azabache se refugio en su propio suéter rojo en busca de calor. Se frotó suavemente la nariz para quitar la sensación de querer estornudar nuevamente e ingreso al teatro. No paso más de cinco pasos desde que entró ya que Kazutora se acercó a él apenas lo vio con una amplia sonrisa.

—¡Hola, Takemichi! ¿Has venido a recoger a Mikey?

—Kazutora-kun, sí, ¿Falta mucho? —pregunto el azabache tímidamente, jugueteo un poco con sus mangas para otorgarse calma a sí mismo.

—No debe de tardar más de diez minutos, puedes venir a mi oficina. Te prepararé un té mientras lo esperas.

—N-No hace falta...

—¡Oh, vamos! No seas tímido, ven conmigo.

Takemichi finalmente asintió resignándose para después seguir a Kazutora por el pasillo que solo estaba permitido para el personal autorizado, en el transcurso de la caminata, en su propia reflexión Takemichi se sentía una mala persona.

Sus orbes azulados miraron de reojo al chico de mechas amarillas, tarareando animadamente adelante suyo y el sentimiento de culpa aumentó.

Kazutora siempre se había mostrado amigable y servicial, y él lo único que hacía era buscar señales para gritar "¡Tenía razón!", pero, ¿De qué sirve estar alerta si solo son sus celos cegándolo, haciéndole ver cosas que no hay? Definitivamente, si no tuviera la suficiente moderación, Takemichi ya se habría disculpado con Kazutora.

El azabache suspiro con cansancio, debía tranquilizarse, pronto podría irse con Mikey y así obtener un poco de atención de su parte. Lo necesitaba con urgencia.

—¿Va todo bien en tu trabajo?

Takemichi parpadeo desorientado, no supo en qué momento, pero Kazutora ya tenía en sus manos dos tazas de té. Agradeció el gesto, y acepto la taza para así degustarla con los ánimos milagrosamente renovados.

—Oh, todo bien por el momento.

—Me alegro. Mikey no deja hablar de ti todo el tiempo. Se ve muy orgulloso cuando te presume, y creo que incluso sería capaz de gritarle al mundo lo muy feliz que lo haces.

Ante el comentario, y el recuerdo fugaz de la llamada que recibió esta mañana, Takemichi no se limito a ocultar su amplia y brillante sonrisa de idiota enamorado. En sus mejillas podía percibir el suave calor que cargaban, pero estaba bien, el sentimiento de sentirse así de amado por Mikey lo valía.

Kazutora, por otro lado, desvío la mirada con una mueca poco disimulada. Su mano tras su espalda fue abierta y cerrada formando un puño débil, hasta que en el último minuto, aquel puño cobró fuerza.

—...Oh, antes de que se me olvide, hay algo que quiero enseñarte.

—¿De qué se trata? —preguntó Takemichi saliendo brevemente de su ensoñación.

—Sígueme. —Kazutora camino hasta la puerta de su oficina, y estando allí volteo a mirar a Takemichi con una sonrisa que denotaba complicidad.— Es una sorpresa.

La duda brotó en Takemichi, pero sintiéndose seguro en el lugar, le resto importancia. Y sin más que preguntar, siguió a Kazutora hacia otro sector del teatro que no habían visitado en su recorrido cuando el contrario le mostró el lugar con anterioridad.

Entraron a un almacén pequeño de cuatro paredes y con materiales, en su mayoría, de limpieza por doquier. Takemichi luego de mirar su alrededor con suma curiosidad, detalló con la mirada cada instrumento regado y tirado al intemperie. El azabache pensó que era una lástima su abandono ya que se veían casi en buen estado. Mientras el ojiazul se encontraba ocupado, paso desapercibido que la puerta tras de él se cerraba con lentitud.

Llamada Entrante | MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora