Llamada 98

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Kazutora era consciente que todo lo que le estaba sucediendo ahora fue por causa de su propia estupidez, pero aun así se sentía incapaz de admitirlo en voz alta.

Sus orbes amarillos vagaban entre la puerta que los separaba de los pasillos de la comisaría y de Mikey, quien estaba situado en una celda diferente a la de él. Precisamente no estaba muy lejos, porque había unos barrotes que los separaban entre sí.

Suspiró para sí mismo por quinta vez, al mismo tiempo que masajeaba sus ojos cansados. El ambiente no ayudaba en nada para aliviar un poco su dolor de cabeza, pero tampoco iba a quejarse por ello. Se lo merecía completamente.

Todo era su maldita culpa, pero... ¿Por qué le era tan difícil disculparse? ¿De verdad era consciente de lo mucho que lo sentía?, o probablemente... no era su culpa. Quizás por eso no era capaz de sentir remordimiento alguno por lo que le hizo a Takemichi.

Otro suspiro, y la mirada intensa de Mikey no hacía más que hundirlo en su ansiedad.

—¿Por qué?

Kazutora finalmente regresó en sí y conecto su mirada con la del azabache. De solo mirarlo ocasionaba que todos sus sentimientos inentendibles brotaran asquerosamente a la superficie.

El de mechas amarillas paso lengua por su mejilla interna, y aún podía sentir el ardor que ocasionaba su herida, el golpe que le había propinado Mikey hace varias horas en el estacionamiento frente a la cafetería que visitaba recurrentemente seguía presente en la piel.

Una risa sin gracia brotó de sus labios, manteniendo el contacto visual, transmitió todos y cada uno de sus sentimientos agridulces por la situación, al contrario, sintiendo bastante irónico que a estas alturas buscara una explicación de su parte.

Pensó que la golpiza que se habían dado entre sí había dicho suficiente.

—Ya te lo dije, yo no besé a tu novio, él fue quién...

—¡Maldita sea, Kazutora! —exclamó Mikey exasperado, la irritación filtrándose en sus atractivos ónix.—¡Deja de mentirme!

Kazutora no supo en qué momento Mikey se había levantado del piso ni cuando se había acercado a los barrotes que los distanciaban, simplemente pudo registrar su presencia cuando tomo entre sus manos dichas rejas y las sacudió con suma ímpetu. El sonido de dicho objeto por instantes fue fuerte y abrupto, ocasionando que su cuerpo de igual manera se sacudiera desconcertado.

Sus manos comenzaron a temblar compartiendo el sentimiento.

—No sé de qué hablas.

—¡¿Qué demonios querías?! ¡¿Por qué llegar tan lejos?! Joder, ¡Por qué lo involucraste a él!

—¡Porque te quería a ti!

Y mucho menos alcanzó a procesar como termino él frente a Mikey, sosteniéndolo entre sus muñecas y gritando con todo el sentimiento lo que tenía guardado desde hace mucho, pero mucho tiempo.

La fuerza con la que apretaba los dientes y las ganas de vomitar no hacía justicia con como se sentía realmente. El nudo en su garganta probablemente lo hubiera frenado a continuar, pero, ¿tenía que parar? ¿Debía de seguir aparentando que todo estaba bien en su maldita vida?

—Te quería a ti... bastardo... Te quería a ti y aun así, ¡No tienes ni idea de lo mucho que me jode eso!

No, no tiene por qué seguir mintiéndose nunca más.

—¡Llegaste a mi vida poniendo toda mi mierda de cabeza hasta convencerme de que estábamos hechos el uno para el otro, pero en cuanto todo dejó de ser divertido para ti te alejaste sin más! ¿¡Acaso fui un juego para ti!? ¿¡Cuándo fue que dejé de ser bueno para ti!? ¿¡Por qué cambiaste Mikey!? ¿¡Por qué, maldición, por qué!?

Llamada Entrante | MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora