-¿Thomas? -lo llamé.
-¿Si, princesa? -respondió.
-Me estás pisando -dije.
Volteó hacia nuestros pies. Dejó de bailar.
-Lo siento -dijo avergonzado.
Comenzó a sonar mi canción favorita. Sonreí.
-¿Me permite esta pieza, caballero? -pregunté teatralmente.
-Será un placer, milady -dijo, tomando mi cintura.
Bailamos toda la canción; me pisó tres veces más, pero valió la pena.