LA VIDA DE LAIA

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Laia se despertó temprano, como siempre lo hacía. Era una chica de 19 años, con el cabello rubio y los ojos verdes. Desde que era pequeña, su pasión había sido el patinaje sobre hielo. Había comenzado a patinar cuando tenía solo cinco años, y desde entonces, no había dejado de hacerlo.

 Había comenzado a patinar cuando tenía solo cinco años, y desde entonces, no había dejado de hacerlo

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A pesar de la falta de apoyo de su padre, Laia nunca se rindió. La muerte de su madre a los 10 años había sido un duro golpe, pero su hermano Gavi, jugador del Barça, había sido su mayor apoyo. Alto y rubio, Gavi era muy protector con su hermana pequeña y la quería más que a nadie.

 Alto y rubio, Gavi era muy protector con su hermana pequeña y la quería más que a nadie

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Los amigos de Gavi eran los amigos de Laia. Pedri, un chico canario de 21 años, alto y de pelo negro, Balde , moreno de piel y cabello negro de 22 años y Ferran, un chico de Valencia de 23 años, eran los compañeros de Gavi y su círculo social.

 Pedri, un chico canario de 21 años, alto y de pelo negro, Balde , moreno de piel y cabello negro de 22 años y Ferran, un chico de Valencia de 23 años, eran los compañeros de Gavi y su círculo social

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Laia se levantó de la cama y se preparó para el día

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Laia se levantó de la cama y se preparó para el día. Su rutina comenzaba temprano en la mañana, con entrenamientos de patinaje sobre hielo. Laia estaba decidida a ganar más trofeos y reconocimientos en su carrera, y sabía que solo lo lograría con una gran cantidad de esfuerzo y dedicación.

Después de su entrenamiento matutino, Laia se reunió con su mejor amiga, Alba, de 20 años, que estudiaba diseño. Alba y Laia habían sido amigas desde la infancia y compartían una conexión profunda y sincera. Pasaron la tarde juntas, caminando por las calles de Barcelona, hablando y riendo.

A medida que avanzaba el día, Laia comenzó a sentirse cansada, pero sabía que no podía detenerse

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A medida que avanzaba el día, Laia comenzó a sentirse cansada, pero sabía que no podía detenerse. Había muchos más entrenamientos por delante, y su carrera dependía de su habilidad para trabajar duro y nunca rendirse. A pesar de todos los obstáculos en su vida, Laia estaba decidida a seguir adelante, a luchar por sus sueños y a hacer realidad su pasión por el patinaje sobre hielo.

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