BALDE

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Laia estaba concentrada en su entrenamiento en la pista de hielo, deslizándose con gracia y destreza. Mientras practicaba sus piruetas, su amiga Alba se acercó a la pista y la observó con admiración.

Alba notó la expresión seria en el rostro de Laia y se acercó a ella.

- Laia, ¿qué sucede? Pareces preocupada - preguntó con curiosidad.

Laia hizo una pausa en su entrenamiento y se dirigió hacia Alba. Suspiró profundamente antes de responder.

- Alba, ya no estoy con Vinicius - dijo con tristeza.

Alba frunció el ceño y se acercó aún más a Laia.

- ¿Qué? ¿Por qué? Pensé que estaban muy enamorados. ¿Qué pasó? - preguntó con sorpresa.

Laia explicó con pesar:

- Mi hermano, no aceptaba nuestra relación. Me pidió que lo dejara o sino me dejaría de hablar. Fue una decisión difícil, pero no quiero perder a mi hermano.

Alba sacudió la cabeza en desacuerdo.

- Laia, entiendo que la familia es importante, pero tu felicidad también lo es. Tu hermano no debería interferir en tu relación. Deberías luchar por lo que quieres - dijo con determinación.

Laia asintió, comprendiendo las palabras de Alba.

- Sé que tienes razón, Alba, pero en este momento necesito enfocarme en mi entrenamiento. Tengo una competición próxima y necesito dar lo mejor de mí - respondió con determinación.

Alba sonrió y le dio ánimos.

- Eso es lo que me gusta de ti, Laia. Eres fuerte y tienes metas claras. No dejes que esta situación te desanime. Sigue entrenando y demuestra tu talento en la competición.

Laia se sintió fortalecida por las palabras de Alba. Sabía que debía concentrarse en su pasión por el patinaje y dejar que el tiempo sanara las heridas en su corazón.

Así, Laia regresó a la pista de hielo con determinación renovada. Cada salto, cada giro, era una forma de liberar sus emociones y encontrar consuelo en su arte.

A medida que se deslizaba sobre el hielo, recordaba los momentos felices que compartió con Vinicius, pero también se recordaba a sí misma que debía seguir adelante y enfocarse en su propio crecimiento.

Laia sabía que, aunque ya no estuviera con Vinicius, su pasión por el patinaje y su determinación seguían intactas. Estaba decidida a alcanzar sus metas y superar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino, incluyendo las complicaciones de su vida personal.

Mientras continuaba entrenando, Laia se recordaba a sí misma que, al final del día, su felicidad y su éxito dependían de ella misma. Y con ese pensamiento en mente, se entregó por completo a su entrenamiento, lista para brillar en la competición que se avecinaba.

Laia regresó a casa después de un agotador día de entrenamiento en la pista de hielo. Al entrar por la puerta, su hermano Gavi la recibió con un abrazo afectuoso. Laia, aunque fingió una sonrisa, aún estaba enfadada con él por haber intervenido en su relación con Vinicius.

Después de un breve intercambio de palabras, Laia se dirigió a su habitación, buscando un poco de tranquilidad. Al entrar, se encontró con su mejor amigo, Balde, quien también era compañero de equipo de Gavi. Balde estaba sentado en su cama, esperando su llegada.

Laia suspiró y se dejó caer junto a él. Balde notó la expresión preocupada en su rostro y preguntó:

- ¿Qué te pasa, Laia? Pareces distante.

Laia le explicó con sinceridad:

- Estoy frustrada con mi hermano. Hizo que terminara mi relación con Vinicius, y aunque finjo estar bien, él no se da cuenta de que hizo las cosas mal.

Balde asintió comprensivamente.

- Entiendo cómo te sientes, Laia. Pero recuerda que Gavi solo quería lo mejor para ti, aunque quizás no haya sido la mejor manera de manejar la situación.

Laia suspiró nuevamente y se levantó de la cama.

- Tienes razón, Balde. No quiero dejar que esto afecte mi estado de ánimo.

- ¿Qué te parece si vamos a ver el atardecer juntos? Necesito despejar mi mente.

Laia sonrió y asintió emocionada.

- ¡Claro, vamos! Un poco de aire fresco y un hermoso atardecer siempre ayudan a despejar la mente.

Laia y Balde caminaban hacia el lugar donde podían disfrutar de la vista del atardecer. Laia llevaba en su mente una pregunta que la intrigaba: ¿Por qué Gavi tenía tanto odio hacia los jugadores del Real Madrid mientras que los demás no le daban importancia?

Mientras encontraban un lugar cómodo para sentarse, Laia decidió compartir su inquietud con Balde.

- Balde, siempre he querido entender por qué mi hermano Gavi odia tanto a los jugadores del Real Madrid. ¿Por qué crees que es así?

Balde reflexionó por un momento antes de responder.

- Laia, creo que la razón principal es que Gavi quiere protegerte. Después de la muerte de vuestra madre y el abandono de vuestro padre, él se ha sentido responsable de cuidarte y velar por tu bienestar. Para él, los jugadores del Real Madrid representan una rivalidad fuerte debido a la rivalidad histórica entre el Barça y el Madrid. Y tal vez, en su mente, relaciona a esos jugadores con algo negativo y peligroso para ti, más si uno es tu novio.

Laia asintió, comprendiendo la perspectiva de Balde.

- Entiendo que Gavi solo quiere protegerme, pero a veces siento que su sobreprotección limita mi libertad. Sé que viene de un lugar de amor y preocupación, pero también necesito tomar mis propias decisiones y aprender de mis propios errores.

A medida que el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, una brisa fresca recorría el lugar, haciendo que Laia sintiera un escalofrío en su piel.

Sin dudarlo, Balde se percató del cambio en la expresión de Laia y, en un gesto de cariño y amistad, rodeó su hombro con su brazo para brindarle calor. Laia se acurrucó un poco más hacia él, agradeciendo su gesto protector y cálido.

Laia y Balde habían sido amigos inseparables. Compartían risas, secretos y aventuras juntos. Pero a pesar de su estrecha relación, siempre habían mantenido su amistad en un nivel puramente platónico.

Laia apoyó su cabeza en el hombro de Balde, sintiéndose segura y protegida a su lado. Era una sensación reconfortante saber que tenía a alguien tan especial y confiable en su vida. Ambos sabían que su conexión era más profunda que la de simples amigos, pero también comprendían que su relación se basaba en un amor puro y desinteresado, lejos de cualquier tipo de romanticismo.

Mientras el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosados, Laia y Balde compartieron silencios cómodos, disfrutando de la compañía del otro. A lo largo de los años, habían construido una amistad sólida y duradera, apoyándose mutuamente en los momentos difíciles y celebrando juntos los logros y alegrías.

Aunque Laia y Balde se querían mucho, habían encontrado un equilibrio en su amistad. Sabían que podían contar el uno con el otro en cualquier situación y confiaban plenamente en que siempre estarían allí para apoyarse.

Mientras el sol finalmente se sumergía por completo en el horizonte, Laia y Balde se levantaron de la arena, abrazándose el uno al otro antes de emprender el camino de regreso a casa.

Su amistad era un tesoro invaluable, un vínculo que los unía más allá de las emociones románticas. En ese momento, Laia supo que tenía a un amigo verdadero y leal en Balde, alguien con quien compartiría risas, lágrimas y todas las aventuras que la vida les deparara.

Con el cálido abrazo de Balde aún presente en su memoria, Laia se sintió agradecida por tenerlo en su vida y sabía que, sin importar qué obstáculos se presentaran, siempre tendría a su mejor amigo a su lado, dispuesto a brindarle su apoyo incondicional.

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