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Tom Kaulitz:

—¿Y esas manos? ¿Algo que nos quieran contar? — preguntó Gustav mientras veía nuestras manos entrelazadas. Esmeralda las separó apenada.

—Perdón.

Volví a acercar mi mano a la suya que reposaba en su pierna...

—¿Estás bien? — pregunté mientras acariciaba su mano. Era suave pero fría.

—Estoy bien, gracias por ayudarme —, me regaló una sonrisa al acabar de hablar. ¿Cómo no había admirado su sonrisa antes?

—¿Puedo preguntarte algo?

—Ya me estás preguntando algo, pero sí, pregunta lo que quieras —, me contestó con una risa.

—¿Tú y mi hermano están juntos?

—¿Por qué lo preguntas? — preguntó Esmeralda. No sabía qué contestar, no entendía por qué había hecho esa pregunta.

—Una pregunta no se contesta con otra pregunta, bonita.

—Perdón, es que se me hace rara tu pregunta. Yo quiero a Bill como un hermano, además, no es mi tipo —. Al terminar de responder, me volvió a regalar una sonrisa. Podría acostumbrarme a eso.

—¿Cómo es tu tipo?

Solté la pregunta sin pensarlo, ni siquiera lo había considerado. Su sorpresa fue tal que escupió un poco del jugo que estaba tomando.

—¿Qué le dijiste a Esmeralda para que escupiera su jugo? Está toda mojada —, entró Georg a la conversación. Era verdad, por mi culpa, el vestido de la chica estaba mojado.

—No pasa nada, iré a secarme y vuelvo.

Solo pude ver cómo la pelinegra se levantó del asiento para dirigirse al baño. Me sentía apenado con ella. Lo mejor que podía hacer en esa situación era darle mi chaqueta.

Su ropa estaba mojada y empezaba a hacer frío. Me levanté de la mesa sin decir nada y me dirigí al baño.

—Idiota, ¡este es el baño de mujeres! — reclamó una señora al verme entrar. Me disculpé y salió del baño.

— ¿Tom? — preguntó la chica al verme. Sabía que estaba conteniendo las ganas de reírse.

—¿Qué haces en el baño de mujeres? Milagro que esa señora no te agarró a golpes con el bastón.

—Este... no lo sé, perdón —, contesté apenado. —Quería darte mi chaqueta. Por mi culpa, tu vestido está mojado y empieza a hacer frío allá afuera —. Le extendí la chaqueta para que la tomara.

—En verdad no es necesario.

—¿Me harás el feo acaso? — pregunté fingiendo dolor. Conseguí una risa por parte de la pelinegra.

—Está bien.

Agarró la chaqueta y se la puso. La verdad es que le quedaba genial.

—¿Tengo algo en la cara?

—Es que te queda muy bien mi chaqueta.

—Me empiezas a caer bien —, dijo mientras salía del baño. Solté un suspiro y también salí de ahí. Volvimos a donde los chicos.

—¿Dónde estaban? — preguntó Gustav mientras comía. —Los estaba esperando para empezar a comer.

—Pues gracias por esperarnos, aunque a tu plato ya le falta poco para acabarse.

Mientras comíamos, platicábamos y nos hacíamos bromas entre todos. Pude conocer nuevas cosas de Esmeralda.

Al final, yo pagué la cuenta y nos dirigimos a la salida. Seguían los periodistas ahí. ¿Acaso ellos no duermen?

—Otra vez las cámaras no —, chilló la pelinegra.

Aunque realmente siempre posaba para las cámaras, ya sea para modelar o grabar alguna canción, no le caían bien las cámaras de los periodistas. Le resultaban estresantes.

—Todo estará bien —. Le volví a agarrar de la mano. Tenía el impulso de cuidarla.

El primero en salir fue Bill, seguido de Georg y Gustav. Yo esperé a que Esmeralda se sintiera lista para salir.

—¿Salimos? — Ella asintió nerviosa con la cabeza.

Fui yo quien salió primero. Detrás de mí venía la pelinegra, agarrada de mi mano, lo que llamó la atención de los dichosos periodistas.

Las cámaras no paraban de grabar y tomar fotografías. No paraba de escuchar preguntas como —¿Son novios? ¿Fingen una relación para conseguir algún beneficio? ¿Emma no estaba con Bill? —.

Como pude, llegué a la puerta del copiloto y la abrí para que la pelinegra subiera. Después, yo subí para empezar a conducir, o al menos intentarlo.

—Las cámaras me marean un poco —, soltó Gustav algo disgustado.

—¿Estás bien, Esmeralda? — pregunté mientras la veía. Ella solo observaba por su ventana, viendo cómo los periodistas rodeaban el auto.

—El amigo le dice que anda mareado y con unas ganas de vomitar, pero se preocupa más por su novia —, bromeó Georg.

La risa se escapó de los labios de Esmeralda ante la ocurrencia de Georg, y eso me hizo sonreír también.

A pesar del tumulto de cámaras y preguntas indiscretas, había algo reconfortante en el ambiente, algo que me hacía sentir en paz mientras estaba junto a ella.

Finalmente, conseguimos alejarnos de la multitud y los periodistas. El resto del camino lo hicimos en relativa tranquilidad, aunque las cámaras de los paparazzi seguían asomándose ocasionalmente por la ventanilla.

Cuando llegamos a su casa, me despedí de los chicos y me aseguré de que Esmeralda estuviera bien antes de dejarla en la puerta de su hogar.

—Gracias por todo, Tom —, me dijo con una sonrisa mientras se bajaba del auto.

—No hay de qué. Descansa y nos vemos mañana —, respondí, devolviéndole la sonrisa.

Mientras conducía de regreso a casa, no pude evitar pensar en lo extraño que había sido el día.

Pero una cosa estaba clara: había algo en Esmeralda que me había llamado la atención de una manera que no podía ignorar.





























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Hasta aquí el capitulo de hoyyy, y la verdad ya se vienen cositas, pero espero les este gustando la historia 🥰

Sigooo? <3

¡𝙉𝙤 𝙨𝙤𝙢𝙤𝙨 𝙉𝙊𝙑𝙄𝙊𝙎! // 𝘛𝘖𝘔 𝘒𝘈𝘜𝘓𝘐𝘛𝘡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora