ɴᴏᴛ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ sᴏɴɢ ᴀʙᴏᴜᴛ ʟᴏᴠᴇ [thiam]

Todo oídos.

Habían pasado, mínimo, 6 meses desde que los problemas con el Anuk-ité y la asociación de Monroe con cazadores han sido solucionados. Pero no es como que Liam lleve la cuenta.

Scott se ha ido, el resto de la manada también. Dejando a Liam solo y con la enorme responsabilidad de ser el nuevo alfa de Beacon Hills para proteger a sus habitantes. Eso estuvo bien por un par de meses, hasta que Liam lo pensó mejor y se dio cuenta de un detalle, pequeño, pero importante: él no era un alfa, no sabía como serlo en lo absoluto. Mucho menos con sus episodios de IED cada vez más frecuentes.

Liam estaba solo. No del todo, pero lo estaba. Es decir que, sí, tenía a Mason y Corey. Incluso a Nolan, que parecía cada vez más inmerso en su grupo de amigos. Pero Liam no podía simplemente ignorar la sensación de vacío en su interior, esa que tenía desde hace un tiempo. Específicamente desde que dejó de luchar contra un montón de personas y criaturas que antes ni siquiera habría considerado como algo posiblemente existente.

Se sentía vacío, sin un propósito, a pesar de saber que ese era cuidar Beacon Hills. Pero, ¿cuidarlo de qué?, ya no había nada de que preocuparse, estaba todo pacífico y era un poco escalofriante. No habían berserkers, no había lista de muerte (que fueron las primeras preocupaciones de Liam al convertirse en lo que es ahora). Tampoco habían doctores del miedo, ni cacería salvaje o Anuk-ité. ¿Qué había pasado con el pueblo en el que no pasaba un mes antes de ser acechado por algo que solo Scott y su manada estaban dispuestos a enfrentar?

No sabía que estaba pasando con él, ¿cómo podía extrañar ser constantemente atacado? Podía ser, tal vez, el hecho de tener lejos a su alfa. Deaton había dicho muchas veces que la separación sería difícil para ambos. Sin embargo no sentía que fuese solo eso lo que le atormentaba, aunque por supuesto que extrañaba a Scott. Demasiado, para ser francos.

Por su lado, le quedaba poco para terminar la preparatoria, (otra cosa que, por cierto, le aterraba, ya que no tenía idea de lo que haría luego) era su último año y, a pesar de las miradas indiscretas que recibía diariamente, todo parecía marchar bien. Todos en el pueblo (o al menos en su gran mayoría) sabían lo que era él, lo que eran sus amigos, y quizás algunos todavía le tenían miedo, e incluso repudio, pero no hacían mucho al respecto.

Theo, la quimera sociópata a la que liberó de su infierno durante la cacería salvaje, había vuelto para terminar también su último año y encontrar un trabajo que lo sustentara, al menos hasta poder pagar una universidad. Sin embargo, él se estaba esmerando fuertemente en evitar por completo a Liam y su grupo, sin siquiera dirigirles una mirada. Como si no hubiera peleado codo a codo con Liam, defendiendolo y cuidando su trasero.

En el primer momento en que Theo puso un pie nuevamente en la preparatoria, Liam se acercó enérgicamente para hablarle. Sabía a la perfección que nadie se acercaría tomando en cuenta su naturaleza animal acompañada en todo momento por su altivez y cara de pocos amigos.

La quimera le había ayudado mucho antes con sus episodios, fue el único durante mucho tiempo que realmente lo hizo sin burlarse o tratarlo con fingida condescendencia. Así que, ¿por qué no ayudarle a que su último año de preparatoria fuese el mejor? Después de todo, nunca volvería a tener 19 años y Liam no volvería a tener 17.

Claro que el plan cayó en picada cuando fue olímpicamente ignorado por Theo, que le pasó por el lado como si el mismo Liam fuese un pedazo de basura flácida en el suelo que no quería pisar. Con esa humillación, Liam nunca más se acercó.

Se había enterado, por medio de un miembro del equipo de lacrosse, que Theo ahora era capitán del equipo de fútbol americano. Eso realmente le alegró, a decir verdad. Un segundo antes de fruncir el ceño pensando en lo mucho que favorecería a la quimera el esfuerzo en aquél deporte.