Francia.

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El amor podría ser una mentira capitalista, quizás. Pero, si esa mentira provocaba que el alma se sintiera regocijada, entonces tal vez valía la pena.

Las llamadas "mariposas en el estómago" revolotean dulcemente, llevando una sensación de cosquillas cálidas a través de todo el torso. Los ojos instintivamente buscan a la persona que despierta el creciente interés. El corazón palpita fuertemente en el pecho, como si de pronto hubiese encontrado una razón nueva por la cuál seguir bombeando sangre.

Y cuando pruebas la emoción del amor correspondido, ya no quieres soltarlo.

Liam puede recordar como si todavía estuviera en el momento, como las manos de Theo, ásperas pero gentiles, acariciaban su piel, dejando un rastro de llamas a su paso que solo parecían encender su cuerpo. Como si él fuese madera preparada para encender una fogata devastadoramente grande.

Él estaba listo para sentirse arder, para arrasar con todo a su paso y sonreír como si la vida se le fuera en ello. Pero el globo se acercó demasiado a la aguja e inevitablemente se reventó.

Las llamas incipientes en su cuerpo se extinguieron, dando paso al frío. Las mariposas emigraron a otro lugar, siendo espantadas por las tinieblas que de pronto no daban espacio a sus aleteos. Su corazón solo palpitaba con el propósito de hacerle sentir pinchazos de dolor. Todo se había ido.

Ya no quedaba rastro de la dulzura, o la fogata en la que se convertiría. Ahora solo era un cascarón vacío que vagaba con la simple misión de existir en un mundo sin propósito. Y Liam lo odió.

Odió cada segundo en que su corazón se encogió en su pecho, las lágrimas cayendo silenciosamente en su almohada, mojando la tela con la prueba física de su dolor. Odió escuchar cada noche el corazón de Theo en la habitación consiguiente a la suya, latiendo errático por las nada sutiles pesadillas que habían vuelto esplendorosamente. No podía espantarlas más.

Las ojeras que en su mayoría habían desaparecido de su rostro, habían vuelto con más intensidad, el malhumor acompañándolas. Cada saludo matutino era respondido con un asentimiento de cabeza, apenas visible. Sus hombros siempre estaban tensos si Liam rondaba cerca. Apenas lo miraba.

Liam deseaba, al menos, su odio. Sus insultos, sus malas miradas, incluso, si era necesario; sus golpes. Cualquier cosa era mejor que su indiferencia, podía remarcarlo toda su vida. La indiferencia de la quimera era dolorosa, porque era sepulcral y muy pesada.

No importaba cuánto quisiera, Theo no levantaría la mirada para observar a Liam.

Los golpes que lo llevaban a sangrar e incluso a perder la cordura, empujandolo al límite de su ira, eran menos dolorosos que no recibir si quiera una mirada.

«Todo es por él». Era su nuevo mantra.

No podía pensar en otra cosa; solo era Liam haciendo lo que creía correcto. Solo era él, protegiendo al chico del que estaba enamorado.

Porque, sí. Liam había resuelto que estaba enamorado de Theo. Ya no era solo un gusto, o mera atracción por su innegable buen físico. Era Theo siendo un imbécil, grosero, cerrado, y en general bastante incrédulo, quien había llegado a conquistar su corazón. Y no debería ser una sorpresa.

No debía ser una sorpresa sentir su pulso acelerarse cuando estaba cerca, los nervios al pasar junto a él. No tenía que sorprenderse por pensar en él todo el tiempo. Y no lo hacía, porque inconscientemente o no, Theo siempre había estado revoloteando por su mente.

Cuando luego de sacarlo del infierno salvó su trasero ofreciéndose como carnada, Liam pensó en él cada segundo mientras buscaba a Scott.

Cuando luego de ayudar significativamente a su alfa y los demás a desviar el tren de la cacería salvaje, Theo tuvo su primera desaparición. Liam no pudo evitar darle vueltas, pensando en si estaría bien, o si volvería a verlo.

ɴᴏᴛ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ sᴏɴɢ ᴀʙᴏᴜᴛ ʟᴏᴠᴇ [thiam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora