Compras.

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Era once de noviembre. El invierno llegó a Beacon Hills y el frío con él. Aún no había nevado, pero Liam tenía la certeza de que pronto lo haría.

Estaba emocionado por diversas cosas, pero todas se entrelazaban entre sí. Está feliz porque la navidad es una de sus fechas favoritas del año, porque podrá compartirla con Theo esta vez y porque ambos comenzaron alguna especie de relación no hablada; compuesta por besos robados en cualquier lugar lo suficientemente discreto, miradas furtivas y sonrisas fugaces.

Una vez Mason los había descubierto besándose en los vestidores y literalmente les lanzó un condón, como si fueran a necesitarlo en medio de horario escolar y en unos sucios vestidores. Pero había sido la única vez que alguien los había visto, si borraban a Corey y Nolan de la ecuación, claro.

Las notas de Liam eran un desastre, casi tanto como su habitación, la cual su madre había criticado hasta que accedió a limpiarla. Así que lo estaba haciendo con la ayuda de su quimera favorita. Aunque llamarle ayuda sería darle demasiado crédito, considerando que solo se arrojó a la cama a burlarse de todo lo que Liam hacía, hasta que se aburrió de eso y comenzó a leer.

Fue el colmo verlo así de relajado y en silencio mientras Liam sudaba por el esfuerzo de mover cosas y limpiar, así que decidió que era suficiente.

—¿Quieres mover tu trasero? Necesito cambiar las sábanas.

—Estoy cómodo, pero gracias.

Liam lo miró con impaciencia, sin recibir ni una sola mirada a cambio como si Theo no pudiese sentir sus ojos perforando su cráneo.

—Muévete o te muevo.

Theo lo miró por encima del insípido libro que había sacado de la biblioteca esa mañana.

—¿Sabes? El que hayas matado a alguien sigue sin hacer que me cuestione si debería tenerte miedo.

Ah, sí. Había pasado algún tiempo desde eso. Theo había prácticamente obligado a Liam a hablar con Scott al respecto y todo terminó relativamente bien. Scott no lo culpaba del todo por haber matado a Angie, pero sí le había vuelto a dar el discurso moralista que hizo que Theo saliera de la habitación cubriéndose las orejas por lo tedioso y repetitivo de todo.

En pocas palabras, Liam se sentía mejor consigo mismo a pesar de que aún soñaba con eso de vez en cuando, y cualquier líquido rojo demasiado espeso en sus manos le causaba fobia. Al menos ya podían bromear al respecto, pero lo que había costado era de no creer.

—Bueno, allá tú.

Theo se mostró satisfecho cuando Liam se alejó, volviendo a su lectura con facilidad. El beta había notado que a pesar de estar siempre atento, cuando leía Theo se desconectaba, por lo que no le fue difícil rodear la cama y tomar los bordes de la sábana, tirando hacia arriba con fuerza hasta que escuchó un golpe seguido de una exclamación.

—¡Liam, hijo de-!

—¡No te atrevas a insultar a mi madre!

—¡Derramaste mi agua!

—¡No sabía que la tenías!

Con un gruñido exasperado, la cabeza de Theo se apareció por el borde de la cama, mirando a Liam como si se estuviese conteniendo de asesinarlo ahí mismo. Sin embargo la carcajada que brotó de la garganta del beta retumbó en la habitación cuando Theo le mostró el libro, con las páginas mojadas por el agua derramada.

—Eres un maldito bestia. —le riñó otra vez, arrojándole el vaso de plástico vacío que Liam esquivó a duras penas. —Voy a tener que pagar una penalización por esto.

ɴᴏᴛ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ sᴏɴɢ ᴀʙᴏᴜᴛ ʟᴏᴠᴇ [thiam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora