Treta.

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Cuando Liam despertó, no solo no tenía a una quimera desnuda a su lado, como creyó que sería, sino que no se podía mover.

Intentó mover su cuerpo pero solo escuchó el sonido metálico de cadenas arrastrarse. Su cuello pesaba, al igual que sus muñecas y tobillos. Y solo pudo caer en cuenta de que estaba en problemas.

Con una mirada desconcertada a los alrededores, no supo por qué su primer pensamiento fue Theo. Pero desapareció rápidamente de su mente cuando escuchó el rechinar de una puerta abriéndose, acompañado de una silueta borrosa a contra luz bajando los cortos escalones para entrar a la habitación.

La confusión se instaló en su cabeza, siendo reemplazada por el enojo cuando vislumbró el rostro de la persona frente a él.

—¿Por qué no me sorprende que seas tú? —siseó.

La mujer sonrió, encogiéndose de hombros con altanería, atrayendo una silla hasta quedar frente a Liam y sentandose apoyando los brazos en el espaldar. Su sonrisa de satisfacción solo dibujó una mueca de disgusto en el rostro del beta.

—Hola, Liam. —dijo ella, como si tuvieran un encuentro amistoso y no estuviera en medio de un secuestro.

Él no contestó. En su lugar soltó un gruñido y se abalanzó hacia adelante, siendo detenido dolorosamente por las cadenas en sus muñecas y cuello. Su cabeza se echó hacia atrás casi involuntariamente para evitar cargar con el peso de la gruesa cadena metálica que ahora podía ver.

—Cuidado, no queremos que mueras —canturreó Jade con calma. —, aún...

—La única que va a morir serás tú. —escupió el beta, forcejeando con los grilletes en sus muñecas que estaban conectados al suelo.

—A menos de que puedas matarme con la mirada, dudo que esto termine en mi muerte.

—Quítame las cadenas y comprueba tu punto.

La cazadora le contestó con una sonrisa tranquila y estiró su torso hacia la derecha agarrando una delgada carpeta de papel, y regresando a su lugar, la abrió con una expresión taciturna.

—Liam Dunbar... —comenzó, ojeando el contenido de la carpeta.

El mencionado sintió la furia incrementar en sus entrañas; tenía su información, la asquerosa.

—Tienes diecisiete años, juegas lacrosse y según dicen, no eres el peor en eso. —el beta alzó las cejas con indignación. —Te diagnosticaron Trastorno Explosivo Intermitente a la edad de trece años y te han expulsado de cuatro escuelas antes de llegar a Beacon Hills High School.

El rubio apretó la mandíbula, perforando a la cazadora con la mirada. Él ya conocía su propia historia, no era necesario volver a escucharla.

—Y más importante aún... eres un hombre lobo beta. —continuó ella, riendo entre dientes. —El beta de Scott McCall...

—¿Ganas algo con decirme cosas sobre mí mismo que ya sé? —gruñó con dientes apretados.

—No —reconoce ella, despegando cuidadosamente tres fotos adjuntas en el interior de la carpeta. —, pero debo admitir que es divertido.

—Así que secuestras personas y lees su historial de vida resumido... ¿por diversión? —la mujer lo miró, levantando las cejas. —Y se supone que nosotros somos las bestias.

—Lo son.

—¿Y en qué nos diferenciamos tú y yo, por ejemplo?

—Tú eres un niño mitad perro que corre a la luz de la luna con las garras manchadas de sangre y los colmillos listos para desmembrar a cualquiera que se te cruce. —siseó ella, con el ceño fruncido y una mirada de impaciencia.

ɴᴏᴛ ᴀɴᴏᴛʜᴇʀ sᴏɴɢ ᴀʙᴏᴜᴛ ʟᴏᴠᴇ [thiam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora