Capítulo 4: La curiosidad mató al gato

56 8 3
                                    


4


Me escapo de mi chaperona y camino por los pasillos del enorme castillo, deambulo un rato antes de dirigirme para la cocina.

Me detengo en un gran ventanal, en el que puedo observar el gran bosque oscuro, trato de mantener mis pensamientos centrados para no caer en el pánico. Me reflejo en el lustroso vidrio y trato de relajar mi semblante asustado y tenso por uno neutro para poder cumplir con mi obligación.
Mi cabeza me punza, son demasiadas emociones para tan pocas horas, eso me hace recordar por primera vez en el día, en aquel hombre de extraña apariencia.
No hace falta ser un erudito para intuir que estaba en presencia de un pirata, extrañamente, no siento miedo, solo curiosidad, no parecía ser una amenaza, sus ojos eran sumamente indescifrables, solo juguetones, en cuanto a lo que deduzco, era la adrenalina por haberse colado al palacio y burlar la seguridad del mismo. Mi curiosidad me hace distraerme de cualquier pensamiento ansioso, pero me regaño internamente por pensar en lo atractivo que me pudo resultar.

El sonido de las campanadas del reloj que indican las nueve de la noche me hacen emprender mi camino que creo lleva a el comedor comedor.

No tardo mucho en encontrarlo gracias a que me topo con Sophie, quien al parecer ya llevaba rato buscándome.

Sigo su paso que es más que apresurado, y al llegar a el comedor, anuncian mi llegada al tiempo que abren las enormes puertas. Al entrar me encuentro con una mesa cuadrada de madera, con un sin fin de detalles tallados con mucho cuidado, candelabros por todas partes y comida en abundancia.

Mis ojos caen en los del príncipe Stephan, quien se para con lentitud al verme, hace una reverencia, la cual yo correspondo para después dirigirme a mi asiento al otro lado de la mesa.
Su ceño se frunce levemente, sin dejar de mirarme. -Princesa ¿Hubo algún problema con su vestimenta? -

Despego mis ojos de inmediato de mi comida para pasarlos, un poco incrédula de su comentario, al príncipe.

- Si se refiere a la elección de mi vestido, la razón es que preferí escoger uno propio, era más de mi agrado- respondo lo más tranquila que puedo.

- Me parece que di órdenes a la servidumbre, para que le indicaran que vestidos son los que debería usar dentro del castillo - dice retirando su mirada de mi para poder cortar su trozo de carne de su plato.

- Claro, Sophie me lo hizo saber, pero me pareció una sugerencia un tanto arbitraria a la que no estaba obligada a cumplir-

- Son vestidos a los que se tendrá que adaptar, usted entiende, son tradicionales del reino - replica con un aire tranquilo mientras sigue comiendo.

- En dicho caso, mis vestidos son tradicionales de mi nación, son perfectamente presentables y hechos a mi medida, me temo que no será posible su petición - mi respuesta parece acabar con su paciencia puesto que deja los cubiertos sobre la mesa y fija su mirada en mi.

- Me está asaltando una duda princesa ¿en Vinyamar le enseñaron a que las peticiones del Rey se traducen a una norma coercible? - su pregunta me hace levantar las cejas con incredulidad de su respuesta un tanto agresiva.

- Por supuesto que me lo enseñaron, pero también me enseñaron a diferenciar a un Rey de un príncipe y claramente usted aún no es Rey, de otra forma no me necesitaría aquí. - no bajo la mirada y me mantengo entretenida viendo su sorpresa por mi respuesta. - Por otro lado, no se si a usted le enseñaron el significado de la jurisdicción y qué es lo que implica. Yo no recaigo en la obligación de obedecerlo, ambos necesitamos el uno del otro y así como usted es príncipe de Eredor, yo también soy princesa de Vinyamar, legítima sucesora del trono. Estamos aquí por una alianza, no me está haciendo caridad. - respondo dándole fin a la conversación, sus ojos solo reflejan molestia pero no dice ni una sola palabra.

Corazón del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora