Capitulo 23: Emociones descontroladas

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Narrador: Helena

Mi cuerpo no cedía al sueño, por más que me acomodaba de un lado y del otro en la cama, mi mente estaba volátil en otro lado. Una ensación me mantenía despierta, un torbellino de emociones contradictorias que no daban tregua.

Finalmente, decidí que no podía seguir así, necesitaba despejar la mente, respirar aire fresco. Me levanté de la cama con cautela, intentando no hacer ruido para no despertar a nadie. La posada estaba en completo silencio, solo se escuchaba el suave murmullo del viento y el canto distante de algunos grillos y animales nocturnos. Caminé de puntillas hasta la puerta, y tras asegurarme de que nadie me seguía, salí al pórtico. El aire fresco de la noche me envolvió, y por un momento, sentí alivio.

Pero esa calma se rompió al sentir la presencia de alguien detrás de mi. De inmediato me tensé, poniendo mis sentidos alertas, cuando de entre las sombras emergió Alexander. Mi corazón dio un vuelco al verlo, no esperaba encontrarlo en ese momento, llevaba puesta una camisa blanca, algo desalineada y descomodada.

—¿Intentabas escapar? —bromeó él, su voz grave y algo ronca. Noté al instante un matiz diferente en su tono, algo que no había percibido antes. Quizás era el licor hablando, pues Alexander parecía ligeramente ebrio, aunque se mantenía erguido, con su habitual porte seguro.

—No deberías estar aquí afuera sola —continuó él, su tono de voz ahora más serio, casi autoritario—. Es peligroso, especialmente a estas horas de la noche.

Suspiré, sintiendo una mezcla de frustración y alivio. No quería volver a mi habitación, no con la mente tan revuelta, pero tampoco sabía cómo enfrentarme a lo que Alexander provocaba. Algo en su mirada me invitaba a quedarme, como una suplica silenciosa.

—No podía dormir —admití, abrazándome a mi misma en un intento de protegerme de la brisa nocturna y de mis propios pensamientos. Miré a Alexander, que me observaba con una intensidad que hacía sentir vulnerable—. Necesitaba aire.

Me miraba fijamente, como si evaluara las palabras, o tal vez intentando leer algo más en mis ojos. Hubo un momento de silencio, que finalmente, él rompió.

—Helena… —comenzó, titubeando por primera vez desde que lo conocí—. Quiero pedirte perdón… por haberte traído aquí, a la Bahía. No fue mi intención secuestrarte, y mucho menos hacerte pasar por todo esto. Yo no estaba al mando de esa operación, nunca lo habría permitido.

Lo miré, sorprendida por la sinceridad que emanaba de sus palabras. La tristeza oculta tras sus ojos, que me hizo creer que decía la verdad. Pero al mismo tiempo, mi pecho se tensó. Había algo más, algo que me indicaba que él no estaba contando la verdad completa.

—No va con mis costumbres —continuó Alexander, su mirada desviándose brevemente hacia la oscuridad que nos rodeaba—. No es mi estilo secuestrar, y mucho menos dañar a alguien inocente… pero cuando me enteré de lo que habían hecho… cuando supe que te habían tomado prisionera y casi… casi ultrajado… sentí una ira que no puedo describir. Nunca me había puesto así desde hace tiempo...

La última frase quedó suspendida en el aire, sintí un escalofrío recorrer mi espalda. Había algo en la forma en que lo decía, algo en la violencia contenida en sus palabras, que me inquietó profundamente.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunte, mi voz  temblando ligeramente. Necesitaba respuestas, necesitaba entender qué estaba ocurriendo realmente, pero Alexander solo sonrió levemente, una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—No te preocupes por eso, Helena. Es algo que ya quedó en el pasado. Lo importante es que ahora estás a salvo... — hizo una breve pausa con una risa irónica — y es curioso por qué por un momento temí que no estuvieras a salvo ni si quiera de mi mismo, pero es que... ¡Agh! Jamás había conocido a una mujer tan testaruda como tú, eres insoportable y demasiado incauta e ingenua. — su ojos no se despegaba de mi y yo solo miraba aún más confundida por su confesión. — Desde tu llegada no has hecho nada más que colmarme la paciencia pero ¿sabes que es lo que más me frustra? — estoy empezando a asustarme, así que doy algunos pasos hacia atrás. — Qué pese a no tolero que estés cerca de mí, aquí estoy, cuidándote.

Corazón del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora