Capítulo 24: Duque Caspian Pembrook

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Narrador: Alexander

A mi lado, Helena, o Casia como debía llamarla, estaba impecable. Su porte era tan natural, tan... aristocrático. Me preguntaba cómo lo hacía. Caminaba a mi lado con la gracia de una reina, mientras yo solo intentaba recordar no apretar demasiado los puños.

Entonces, la vi. Charlotte. Reconocí su rostro, el mismo pálido y con pómulos extremadamente rosados que vimks en el puerto. Alta, elegante y con una mirada que te atravesaba de inmediato. Helena y ella intercambiaron las primeras palabras, mientras yo me mantenía un paso atrás, intentando mantenerme neutral, pero sin poder apartar la vista de Helena.

Ni si quiera fue capaz de mantene la atención en la situación ni un segundo. Apenas escuchaba la conversación entre ellas, mis oídos solo registraban fragmentos de palabras. Mi mente, en cambio, se centró en algo mucho más importante. Helena.

Su perfil era perfecto. Delicado, casi etéreo. Las pequeñas pecas que adornaban su nariz me hicieron sonreír por dentro, aunque por fuera mantenía la compostura. No podía apartar la vista de sus ojos. Azules, pero con una profundidad que nunca había notado antes. ¿Cómo es que no había visto esos matices antes? Sus largas pestañas parecían ondear cada vez que parpadeaba, y las cejas enmarcaban su rostro de una manera que me desconcertaba. Era hermosa. Increíblemente hermosa.

No sé cuánto tiempo pasó, pero la voz de Helena me arrancó de mis pensamientos de golpe.

-Y este es mi esposo, el Duque de Valador, Caspian -dijo, su tono firme pero sereno.

¿Caspian? Podría haber escogido un nombre menos horrible.

Me obligué a volver al presente, forzando una sonrisa y me incliné ligeramente.

-Un placer, señorita Thatcher -dije, sorprendiéndome de lo formal que sonaba mi voz. Nunca había tenido que hablar de esta manera, y ciertamente no con alguien como ella.

Charlotte me estudió por un momento, sus ojos perspicaces contenian algo que no me gustaba. Sospecha, quizá. Sin embargo, mantuvo una sonrisa amable.

- Así que tu eres el esposo de Cassia, el mismo que la dejó deambular sola en el puerto más peligroso de Tarrendel, eso no dice cosas buenas de un hombre - suelta sin reparos.

Mis cejas se elevan, sorprendido por su franqueza, no esperaba esa respuesta.

Por supuesto que jamás estuvo sola, no sería tan imbécil para descuidarla ni un segundo, conozco este mundo tan bien para desconfiar de cada persona que lo habita.

- Nunca estuvo sola, tengalo por seguro - me limito a decir.

- Bien, eso espero, los tiempos inseguros son un peligro constante que crece. - su mirada decae un segundo pero luego se recompone con velocidad - ¿y que tal les ha parecido Tarrendel?

Diablos. Sabía que vendrían preguntas. Improvisar no era un problema en el mar o con mi tripulación, pero aquí, con esta mujer enfrente, sentí cómo me sudaban las manos. Miré a Helena de reojo y luego volví a Charlotte, esperando que mi respuesta no sonara tan fuera de lugar.

-Es... un lugar interesante -dije, tratando de sonar casual-. Las costumbres son algo diferentes a las nuestras, pero mi esposa parece disfrutarlo más que yo.

Helena asintió y sonrió con una tranquilidad que no podía entender. Ella seguía cubriéndome, siempre un paso por delante.

-Tarrendel es único, sin duda. Aunque hemos estado bastante ocupados con... ciertos compromisos con el trabajo de mi esposo -añadió Helena, tomando las riendas de la conversación, volteando a verme con complicidad.

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