Capítulo 10: Secuestrada por piratas

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Narrador: Helena

El aire en la sala real estaba cargado de tensión cuando enfrenté a mi madre y a mi hermana. Mi corazón latía con una mezcla de determinación y temor mientras trataba de persuadirles para que me permitieran salir y ayudar a nuestro pueblo que estaba siendo atacado por piratas.

- Madre, no puedo quedarme aquí de brazos cruzados mientras nuestro reino sufre - comencé, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente frustración.
- Debo salir y hacer todo lo que esté en mi poder para ayudar -

La Reina me miró con severidad, su voz resonando con autoridad. - Helena, entiendo tu deseo de ayudar, pero tu lugar está aquí, bajo nuestra protección. No puedes exponerte a ese peligro -

Edith, con los ojos llenos de preocupación se unió a la discusión. - Hermana, por favor, escucha a madre. No podemos arriesgarnos a perderte -

Una loca idea atravesaba mi mente para poder escapar - Lo siento, pero debo hacer esto- , respondí con firmeza. - No puedo ignorar los gritos de mi pueblo, se que puedo hacer algo por ellos, es mi deber como princesa el proteger a mi reino - digo caminando de espaldas hacia la puerta.

- No Helena, por más que te enojes con nosotras, no saldrás de aquí, jamás me lo perdonaría - se une Cirse mientras se acerca a mi cautelosa.

Antes de que pudieran reaccionar tomo la manija de la puerta y me salgo cerrando la puerta delante de mi, sintiendo los forcdjeos desde el otro lado por parte de mis hermanas, sin perder tiempo atravieso la madera de seguridad para poder atrancar la puerta, encerrandolas en el sótano.
Ignoro sus reclamos incesantes y me escabullo entre los pasillos del castillo, sintiendo el peso de su desaprobación sobre mis conciencia, pero también sentía la fuerza de mi determinación guiándome hacia adelante.

Mis pasos resuenan en el castillo solitario mientras me dirijo hacia una salida lateral, es una puerta escondida que da hacia una calle que lleva al pueblo en su lejanía.

Abro la puerta ansiosa por poder ser de utilidad pero el viento frío de la noche me azota mi rostro sintiendo el aroma del mar y la adrenalia por mi cuerpo.
El sonido de la grava removida por mis pies es el unico sonido cercano a mi.

A medida que me acercaba al epicentro del caos, mi corazón se llenaba de dolor al presenciar el sufrimiento de mi pueblo. Casas en llamas, gritos de angustia y el sonido de la batalla me rodeaban, pero no podía permitir que el miedo me paralizara.

Al divisar casas a lo lejos pude notar que estaba más cerca de mi objetivo. Mis ojos escudriñaban la oscuridad en busca de peligro, mientras avanzaba con cautela por las calles. De pronto divisé a un anciano, con el rostro arrugado por los años y los ojos llenos de miedo, tratando de arrastrarse lejos del peligro.

Me acerqué con cuidado, tratando de no llamar la atención y extendí mi mano hacia él. - Venga conmigo - le susurré con suavidad, tratando de transmitirle calma en medio del caos. - Le llevaré a un lugar seguro -

El anciano me miró con incredulidad al principio reconociendome al instante, pero luego su rostro se iluminó con gratitud y alivio. Tomó mi mano con la suya temblorosa y me siguió con paso vacilante, confiando en que lo llevaría a salvo.

Mientras lo ayudo, escucho los gritos de varios hombres a la vez seguido de los trotes apresurados de un caballo acercándose, mi pánico crece de un momento a otro, tomo a mi protegido ayudándolo a esconderse entre unos arbustos, agachandome y tratando de no hacer ruido, pero mi curiosidad me gana y busco con la mirada al jinete de dicho caballo.

Mi mirada cae en un hombre alto, de cabellos plateados largos y de mirada frívola. Hasofel, montado en su corcel blanco, emergió de la bruma como un espectro pálido y elegante. Su espada deslumbraba cada rincón obscuro del lugar. Hombres, a los que deduzco son piratas por su aspecto tan descuidado y sucio, con rostros llenos de codicia y crueldad, se abalanzan hacia él con ferocidad.

Corazón del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora