Capítulo 11: Tributo para el Capitán

40 5 2
                                    


11

Narrador: Helena

La oscuridad envuelve mis sentidos mientras me encuentro prisionera en este barco infernal. No se cuantas horas llevo en este navío pero siento como si fuera una eternidad. Mis ojos vendados me privan de toda visión, sumergiéndome en un abismo de incertidumbre y miedo, dolor físico se mezcla con el terror que me embarga al no poder ver nada. Mis extremidades están inmovilizadas por grilletes crueles que se clavan en mis muñecas y tobillos cortando la circulación, dejando marcas dolorosas en mi piel a cada ligero movimiento que hago para tratar de liberarme. El sonido de las cadenas retumba en mis oídos, recordándome constantemente mi condición de cautiva en esta galera siniestra.

El ambiente es opresivo y asfixiante, impregnado del olor rancio del mar y la putrefacción. El aroma a sudor, salitre suciedad y madera enmohecida se mezcla con el aire viciado y pesado, como si el sufrimiento se hubiera materializado en cada inhalación. Mis pies se deslizan sobre el suelo cubierto de una capa de suciedad y mugre, haciendo que cada paso sea una lucha contra la repugnancia y un desafío para no caer de bruces.

Las lágrimas caen sobre mis mejillas, mientras mi corazón martillea en mi pecho, un tambor de miedo y angustia.

Las voces ahogadas de otras chicas secuestradas se entremezclan en un coro de miedo y desesperación. A mi alrededor, puedo sentir la presencia de otras presas, todas ellas con los ojos vendados al igual que yo, como si fuéramos un rebaño de corderos llevados al matadero.

El aire está cargado de temor y desesperanza, impregnado del olor metálico del miedo y la fragancia dulce del desamparo.

Los piratas que nos rodean son bestias despiadadas, sin ningún rastro de humanidad en sus actos, aprovechándose de nuestra vulnerabilidad. Su trato hacia nosotras es inhumano, violento y vejatorio. Nos acosan con sus palabras lascivas y obscenas, alimentando mi desesperación y vulnerabilidad, recordándonos constantemente que estamos a merced de su voluntad retorcida. Sus manos ásperas y brutales nos ultrajan sin consentimiento, robándo cualquier atisbo de dignidad que nos pudiera quedar.

Las risas crueles y los insultos despiadados llenan el aire, como cuchillos afilados que cortan mi espíritu. Exlaman a nosotras por nombres ofensivos y humillan sin piedad, buscando destruir la voluntad y resistencia de cada.

El barco se mece pesadamente sobre las olas, como un gigante dormido acunado por el abrazo del océano. Cada movimiento es fluido y sinuoso, una danza eterna entre la madera y el mar. El agua salada se filtra por rendijas de madera, empapando mi vestido sintiendo la brisa agudizando aún más mi sentido del tacto, el vaivén del barco es un tormento implacable. Cada balanceo y cada sacudida del navío despiertan un remolino de náuseas en su estómago, como si el mismo mar estuviera tratando de expulsarla de su vientre. La sensación de flotar en el vacío, sin ningún punto de referencia estable, trato de mantener el control de mis sentidos permaneciendo alerta a cualquier movimiento.

Una arcada ruidosa hace que comience a respirar con dificultad, la sensación gélida que recorre mi cuerpo es atenuada por una voz femenina en lo profundo de la galera.

- Respira lento y hondo por la nariz, debes relajarse tus músculos, se que estás asustada pero te sentirás mejor si tratas de aflojar tus extremidades. No vale la pena que gastes tus energías luchando para escapar, agotarás toda tu energía - una tenue y tranquila voz me aconseja. De inmediato siento una oleada de intensas náuseas pero trato de poner en práctica su recomendación, sintiendo una mínima mejoría.

- Gracias - jadeo exhausta

Mi cuerpo vuelve a tenzarse al escuchar unas risas escandalosas y siniestras acompañadas de el sonido de las escaleras de madera crujiente bajo las pisadas torpes y apresuradas que hacen eco por toda la galera silenciosa a excepción de sonidos de llanto y quejidos.

Corazón del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora