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La primera vez que Jungkook vio a Taehyung, ambos acababan de empezar la universidad.

Jungkook se había mudado desde Busán, y Taehyung desde Daegu; y ninguno de los dos tenía previsto que sus caminos se cruzasen. Gracias a la beca que le habían otorgado sus logros deportivos, el azabache empezaba de cero en una nueva ciudad. Seúl lo recibía con los brazos abiertos, abriéndole las puertas a un futuro lleno de incertidumbre y expectación.

En apenas unos días, Mingi y él habían hecho buenas migas, y San no tardó en unirse. Había sido una suerte encajar tan bien con ellos, y que Song fuese además su compañero de cuarto lo hacía todo mucho más fácil. Desde el primer momento, Jungkook supo que ambos chicos pasarían a tener un papel crucial en su vida, como si el destino los hubiese puesto en su camino para asegurarse de que jamás se sentiría solo. Y es que, sin Yoongi cerca para mirar por él, el azabache necesitaba un nuevo par de hombros sobre el que apoyarse, y el destino le había enviado dos.

En unas semanas, Jungkook tenía vida nueva y amigos nuevos. Aunque le daba un poco de vértigo el ritmo al que estaba avanzando todo, la universidad no era mala del todo. Los entrenamientos eran duros, la ciudad se le hacía completamente desconocida, y algunos de sus compañeros de equipo (sobre todo los más mayores y que juraban tener ya un puesto asegurado entre los mejores nadadores) parecían temer que Jungkook los reemplazase.

A decir verdad, Jungkook no tenía ni el más mínimo interés en ello. Cuando, medio año después, fue elegido capitán porque el chico que ocupaba anteriormente el puesto había terminado por fin su época universitaria, fue una completa sorpresa para él. Nunca había tenido una gran consideración de sí mismo, y la noticia le había sorprendido.

Al fin y al cabo, parecía que sus compañeros veían en él un potencial que, hasta el momento, había permanecido oculto hasta para el propio Jungkook.

Pero, mucho antes de eso, ocurrió otra cosa. Algo que lo cambiaría todo para siempre.

Jungkook caminaba por los pasillos a paso tranquilo, dirigiéndose a una de sus clases. El camino estaba lleno de gente, y el azabache trataba de esquivarlos como podía. El curso había empezado hacía apenas unas semanas, y aún le costaba familiarizarse con el entorno.

Cuando estaba a punto de llegar a su aula, vio a un chico agachado en el suelo, recogiendo unos lápices de colores que debían de habérsele caído de su bolsa, a juzgar por cómo esta permanecía abierta en el suelo a su lado.

Por aquel entonces, llevaba el pelo de un castaño claro, y casi siempre tenía puestas las gafas en lugar de usar lentillas la mayor parte de las veces. A Jungkook le sorprendió su tranquilidad, la forma en que permanecía completamente absorto de lo que sucedía a su alrededor. Parecía invisible para el resto de gente, y pasaban a su lado sin inmutarse. Algunos, incluso habían estado a punto de chocarse con él.

Pero Jungkook le veía perfectamente. De hecho, era completamente incapaz de apartar la vista de él, como si algo hiciese que sus ojos permaneciesen fijos. Algo, a lo que no era capaz de ponerle nombre. Curiosidad, tal vez. Puede que, incluso, anticipación.

Después de un minuto o dos, el azabache consiguió moverse por fin, acercándose a él y ayudándole a recoger sus lápices. Sorprendido ante el gesto, el chico alzó la vista, haciendo que sus orbes chocasen, y que a Jungkook le diese un vuelco el corazón.

La interacción fue breve, el castaño le dio las gracias por su ayuda y desapareció por el pasillo, infiltrándose entre la gente y desapareciendo tan rápido como había aparecido.

Y Jungkook nunca tuvo la oportunidad de preguntar su nombre. Querría haberlo hecho, pero parecía incapaz de moverse. Se había quedado inmóbil, completamente paralizado. Así que, tuvo que aferrarse a la esperanza de volver a verlo.

dive into you [kooktae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora