XIX

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Su departamento estaba tal como lo había dejado varios días atrás. Los papeles desperdigados por todo el monoambiente, las tazas y vasos en cada mesa o superficie que los soportara, las lapiceras tiradas sobre el sofá. Ni hablar de la ropa hecha bollito y amontonada sobre la cama desarmada.

Le dolió ver que sus plantas estaban decaídas (por no decir muertas) pero entendía que era porque durante su ausencia nadie las cuidó. Pablo tenía razón, él no servía para tener plantas. De eso se encargaría él, que tenía el patio repleto de plantitas diferentes, hasta contaba con un árbol pequeño de mandarinas que, según él, daba fruta en otoño.

Suspiró por dos motivos. El primero porque se estaba dando cuenta que iba a tardar siglos en limpiar todo ese desastre, aunque hubiera ido a ese lugar con esa excusa, ya que estaba ahí no iba a matarlo pasar una escoba. El segundo porque, inevitablemente, todos sus pensamientos terminaban en una misma persona.

Sacudió la cabeza y esquivando papeles, vasos, lápices, ropa y botellas vacías de distintas bebidas se acercó a la radio y la prendió. Seguía nostálgico y triste por lo de su madre por lo que decidió dejarla en una estación que pasaba solo tangos y milongas. A su madre le encantaba el tango, cada vez que pintaba la recordaba cantando alguno. Recordó también esa vez que le dijo que, de él haber sido mujer, le hubiera puesto Malena por el tan conocido tango. Para su mala suerte su bebé nació varón, así que siguiendo con la promesa que le había hecho a su entonces marido, dejó que él escogiera el nombre. Así fue como terminó llamándose Lionel Sebastian.

Fue directo a buscar varias bolsas, guardadas dentro de una más grande que tenía en la cocina. Mientras tarareaba los tangos fue limpiando. Primero la cocina, después el baño, luego la parte donde dormía y por último la sala. Más de una vez tuvo que tomarse descansos, no porque estuviera cansado, sino porque las canciones traían de la mano tantos momentos y emociones que la intensidad de sus sentimientos lo abrumaba y debía parar, como cuando mientras hacía la cama sonó el tango "Nada" que lo llevaba directo a cuando era chico y su madre se había ido. La desesperación de cuando era chico, de no saber si la mujer que más quería iba a volver o no, de las ganas que tenía de volver a verla y darle un abrazo.
Tuvo que soltar todo y llorar por unos minutos. Luego se recompuso, respiró, se lavó la cara y siguió limpiando.

Pero todo fue diferente cuando por los parlantes de la radio se escucharon los primeros acordes del bandoneón en "Adiós Nonino". El pecho se le volvió a teñir de azul profundo, la angustia lo obligó a sentarse en el piso, con las piernas cruzadas, frente al aparatito, y a escuchar en silencio. Las notas dejaban entrever el mismo dolor que él estaba atravesando, el mismo desconcierto, la misma incredulidad por la pérdida tan súbita del ser querido. La rabia y la fuerza de esa misma pérdida, como si le hubieran robado algo.
La vida misma le había arrebatado a su madre años atrás. Y ahora se la había quitado de forma permanente. El tiempo (y él, sobre todo él) era demasiado cobarde.

El vacío en el pecho continuó más allá de los diez minutos de canción, temía que durara por el resto de su vida.

Tita Merello le dio un golpe con El choclo, recordando una vez más la falta que le hacía su madre. Estaba seguro que ella cantaba ese tango pensando a su vez en su madre, la abuela que tanto lo había querido, y se perdía en una época donde ella todavía podía agarrar los lápices y pinceles y cantar mientras creaba mundos nuevos.

Gardel lo trajo de nuevo al mundo real cantando "El día que me quieras" y lo transportó a una casa amarilla a quince minutos de distancia. Lo llevó a los brazos de un chico dulce de sonrisa brillante y ojos caramelo.

Luego, entre tanto dolor y amor, la voz rasposa de Julio Sosa lo sacó de todo ensueño con Cambalache. Claro que el mundo fue y será una porquería, recién comenzaba 2002 y no tenía dudas de ello, pero él tenía un lugarcito seguro para refugiarse de tanta miseria.

Contando ovejas 【pablo aimar; lionel scaloni】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora