EPÍLOGO

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Octubre de 2010. Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina.


El agua estaba fría y la arena se escapaba debajo de sus pies, pero Lionel estaba firme en la orilla.
El sol de la primavera apenas estaba asomando y el aire salado le llenaba los pulmones.

Aun así, él debía completar lo que había prometido.

—Me tomó muchos años, pero al fin estamos acá. Te dije que algún día te iba a traer.

La urna en sus manos pesaba. Había miles de recuerdos encerrados ahí. Toda una vida que se había escapado, momentos que nadie nunca iba a volver a repetir. Miradas, risas, abrazos que no se encontrarían en ningún otro lugar del mundo.

A Lionel se le cortó la voz por las lágrimas. Lo rodeaba el agua salada: estaba debajo de él, a su lado, en sus ojos, en su interior.

—De nada sirve preguntar qué… qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido distintas. Vos quisiste las cosas de una forma y yo de otra. No estuve cuando me buscaste, y hasta el día de hoy me persigue la culpa, y no puedo excusarme con la edad, o con mi inocencia, cuando nada tiene que ver.

Respiró hondo. Las gaviotas en la orilla soltaron graznidos, parecían reírse de su dolor. Él también soltó una risa.

—Tenés razón, muchos años pasaron. Pero también pasaron muchas cosas en medio. Vos lo sabés, porque sé que siempre estás conmigo. Vos no te perdés una, ¿eh?. Desde ese día que Walter nos dijo que el libro era un éxito que no tuve un día de descanso. ¿En qué momento iba a tener un segundo de descanso si no podía parar nunca? La vida sigue y sigue y sigue y me lleva puesto y yo no puedo hacer nada más que dejarme llevar.

El ruido de las olas chocando en la orilla lo calmaba. La urna parecía cada vez más pesada.

—Todo sigue pesando. La vida misma pesa y pasa. A veces me gustaría que estuvieras acá para decirme qué hacer, guiarme, darme una mano, una mirada, un gesto, algo. Pero las cosas pasan por algo, el destino, Dios, los astros, alguien quiso que así fuera todo. Estoy seguro que los dos hubiéramos deseado que fuera distinto.

—No te guardo rencor. Han pasado años ya, y aprendí a dejar ir las cosas que en su momento no entendía, pero que ahora veo desde otra perspectiva. Y te perdono, eso lo sabés. Espero que, estés donde estés, seas totalmente feliz y estés en paz. Alguien hace mucho me dijo que el dolor y el amor en el duelo son lo mismo. El dolor de haber perdido a quien se ama. El hecho de saber que el dolor es porque se ha amado. Es una herida que no cierra nunca y arde todo el tiempo, pero arde porque tu recuerdo es como limón sobre ella. Es amargo y doloroso, pero en otro contexto es fresco y dulce. Todo depende de la perspectiva, ¿no te parece?


Silencio. Claro, nunca iba a poder responderte.

Abrió la urna y la levantó apenas, hasta donde sus brazos lo permitían. El viento hizo su trabajo y desparramó las cenizas en el interminable mar.

—Ojalá que en el más allá estés en casa, pintando y cantando. Sonriendo porque por fin encontraste lo que querías. Lamento no haberte entendido. Festejo todos tus logros, yo incluído. Te amo mucho. Nos veremos, algún día.

Se dio vuelta y caminó a la orilla. No se había dado cuenta de que se había alejado tanto.

Se sentó en la arena y suspiró. Lo hecho, hecho estaba.

Una mano se asomó después de un largo rato, Lionel no supo si después de minutos u horas, extendiéndole el mate.

El sol ya había salido. ¿O era el reflejo de los ojos de la persona a su lado?

Pablo le sonrió y apoyó su cabeza, con el pelo un poco más corto y ordenado que en años anteriores, en su hombro. Y eso era todo lo que Lionel necesitaba para estar bien.

Tal vez no era el momento indicado, pero las emociones siempre lo hacían hablar antes que pensar.

Tomó el mate y agarró a Pablo de la mano. Miró de reojo al menor, que tenía la mirada perdida en el horizonte y las olas danzando frente a ellos. Suspiró y tomó valor para soltar lo que venía dando vueltas hacía mucho.

—Casate conmigo, por favor.

Pablo no contestó al instante. Ni siquiera reaccionó. Y Lionel comenzó a albergar el presentimiento de que en realidad eso había sido un error y que Pablo no quería casarse con él.

—Te tardaste un par de años. Yo pensé que ya estábamos casados.

—¡Ay, Pablo! Pero si nunca lo pregunté antes.

—Lo hiciste una vez —contestó Aimar. El sol daba de lleno en su cara y teñía sus facciones de dorado. Lionel tuvo que contener el impulso de besarlo o de sacarle una foto—, cuando estabas en pedo. Me rogaste que me casara con vos.

—¿Y vos qué dijiste?

—¿Qué otra cosa voy a decir?

—No lo sé, amor.

Se miraron fijo por un instante. La sonrisa de Lionel desapareció mientras que la de Aimar crecía.
El ilustrador llevó la mano a la mejilla de Lionel y lo acarició. Con sus dedos repasó su mejilla, su mentón, su nariz, sus labios, sus ojos, sus cejas, su frente. Lo había hecho mil veces antes, pero ese momento tan íntimo parecía diferente. No parecía, era diferente.

Lionel siempre había sido bueno con las palabras, a eso se dedicaba, de eso trabajaba y con eso era inmensamente feliz. Pero al ver a Pablo no sólo se le venían palabras a la cabeza, sino que a él lo veía en colores. Pablo era amarillo, era el dorado del sol, era el color tostado que bailaba en sus ojos y seguía sus pestañas, sus cejas, su pelo y su barba, era la calidez en persona.
Era anaranjado cuando se enojaba y cuando más lo amaba. Cuando se quedaba callado porque Lionel había hecho algo mal, y cuando por las noches sus manos cálidas buscaban su cuerpo, acercándolo con desesperación. Era la pasión y la dulzura.

No quería estar nunca sin que su paleta de colores se mezclara con la suya, dándole vida.

—Casate conmigo, Pablo. Por favor. —Repitió Lionel en un susurro. El corazón le latía tan rápido que podía sentirlo directo en sus oídos. Latía más fuerte que las olas del mismísimo océano, y todo por él, por su ilustrador y su respuesta.

Pablo se inclinó y dejó un beso con sabor a sal en sus labios.

—Sí, mi amor.

Y eso era todo lo que necesitaba.

Pablo, su rayo de sol de primavera.
Pablo, su mar embravecido.
Pablo, la niebla que habitaba su cabeza, envolvía su cuerpo y su alma.
Pablo, su ilustrador.

Pablo y nada más.



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Holaaa 😊😊

Tanto tiempo jahsjaj, espero que se encuentren muy bien!

Después de mucho, llegamos al final del fanfic, quién lo diría.
No sé muy bien cómo expresar todo este agradecimiento hacia ustedes, no solo por haber leído, sino por haberse tomado el tiempo de comentar, de dejar algo de ustedes acá, y por haberme bancado cuando estuve desaparecida por X o Y razón. Esto no sería nada sin ustedes, realmente fueron un pilar muy importante.

De todo corazón: muchísimas gracias.

Espero que hayan disfrutado de este "viaje" tanto como yo disfruté escribiendo y leyendo cada cosa que ustedes escribían.

Nos vemos en otra ocasión, si Dios quiere jajsjaj

Un saludito, bellezas. Que tengan linda noche 🫶🏻🫶🏻

Contando ovejas 【pablo aimar; lionel scaloni】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora