XVIII

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Marzo estaba a la vuelta de la esquina y Lionel y Pablo solo se enteraron porque tenían una fecha límite para su trabajo.

El 28 de febrero debían entregar el boceto final. Unos días más tarde, Walter les diría si le convencía y si daba el ok para imprimir.

Los días pasaron rápido. La pareja trabajaba en armonía como siempre hicieron, ignorando el hecho de que cada tanto Pablo tenía que obligar a Lionel a volver a prestar atención a lo que escribía en vez de besarlo o tocarlo.

"Pero sabés que no puedo concentrarme si estás ahí, tan lindo" contestaba el escritor, que se ganaba una mueca y unos ojos en blanco por parte del ilustrador.

Aunque Aimar no se quedaba atrás. El escritor más de una vez lo encontró babeando por él en lugar de terminar un dibujo. La diferencia estaba en que cuando Lionel le llamaba la atención, Pablo se ponía todo colorado y lo negaba.

La mayoría de las noches las terminaban tomando mates en la plaza. Otras, las terminaban encerrados en la habitación de Pablo.

—Pablo —lo llamó Lionel.

La mañana del día de la entrega final y definitiva lo encontró a Lionel debajo de un caluroso Pablo. El menor tenía brazos y piernas enredados con los del escritor en un fuerte agarre.

Al ver que no tenía respuesta, y que seguía muriendo de calor, volvió a llamarlo.

—Mi amor.

—¿Mmm?

—Movete que me cago de calor.

—Ay, mi vida, qué romántico que sos.

Pero dio resultado porque el ilustrador se movió, saliendo de encima de Lionel, y se arrastró a la otra punta de la cama.

Scaloni sonrió y meneó la cabeza de un lado al otro al ver la reacción de Pablo. Claro, a él le daba exactamente igual si era verano y la temperatura promedio era de 35 grados con 100% de humedad, él necesitaba estar pegado a su cuerpo y dormir encima suyo.

—No te vuelvas a dormir —advirtió—, acordate que tenemos la entrega en unas horas.

Escuchó un gruñido como toda respuesta mientras él se levantaba, se ponía la ropa y caminaba directo al baño.
Estaba terminando de lavarse la cara cuando sintió las manos de Pablo deslizarse por su cintura en un abrazo.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupado. Pablo no era tan demostrativo por la mañana.

Pudo notar el movimiento que la cabeza de Pablo hizo al asentir contra su espalda.

—¿Y vos?

Lionel no entendió la pregunta. Se dio vuelta en el lugar y llevó sus manos a las mejillas de Aimar, levantando su cabeza lo suficiente para que pudiera mirarlo a los ojos.

—Obvio que sí, amor —le dijo en voz suave, reconfortante. Los ojos color caramelo de Pablo le devolvieron la mirada sin creérselo del todo—. ¿Por qué preguntas? ¿Por el libro? No, estoy seguro de que todo va a salir bien.

Pablo continuó mirándolo, estudiándolo con determinación. Luego, como si se hubiera dado cuenta de que estaba tardando mucho en reaccionar, alzó las cejas y movió las comisuras de los labios hacia abajo en una mueca.

—Eso no hay que dudarlo —dijo Lionel. Pablo volvió a asentir. Luego se puso de puntitas de pie y dejó un beso en la mejilla del escritor.

—Si hay tiempo poné la pava y revisamos todo una vez más —pidió a la vez que daba un paso atrás y se apoyaba en la pared. Esa vez fue el turno de Lionel de asentir antes de salir del baño directo a cumplir sus órdenes.

Contando ovejas 【pablo aimar; lionel scaloni】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora