Contando ovejas 【pablo aimar; lionel scaloni】

IX

Dos semanas después, dos días antes de Navidad, Lionel Scaloni y Pablo Aimar se presentaron ante Walter con los bocetos de lo que podría ser uno de los nuevos trabajos del escritor.

Por el momento, Samuel estaba revisando hoja por hoja, milímetro por milímetro, con una seriedad digna de un jugador de póquer profesional. A Lionel no le quedaban uñas para morder producto del nerviosismo que cargaba así que decidió encender un cigarrillo. Pablo le dirigió una mirada severa. Cada vez le gustaba menos ese hábito del escritor de fumar cada diez minutos.

-¿Y creen sinceramente que esto va a ser nuestro salvavidas? Ni siquiera le pusieron un título -preguntó Walter. Se sacó los lentes y los dejó en el escritorio junto al manojo de hojas que previamente leyó.

Un tenso silencio lo siguió. Lionel iba a contestar con su típico tono sarcástico, pero para su sorpresa (o para la sorpresa de todos) fue Pablo quien abrió la boca.

-No solo va a ser el salvavidas, va a ser quien reviva a quien salve. En este caso, la editorial.

-¿Con dibujos de un limón que cobra vida? ¡Pero por favor! -exclamó Walter. Estaba rojo y ninguno de los dos chicos sabía si era por la rabia o por el calor sofocante que hacía en la oficina- Sabía que no tenía que confiar en vos y en tus sueños boludos, Scaloni.

-Walter -lo llamó Lionel en voz suave. En su cara no había rastros de ninguna emoción, lo mismo pasaba con su tono. Si bien era dulce también demostraba seguridad, nunca flaqueaba. Dejó salir el humo que había estado reteniendo en sus pulmones antes de continuar-, es un borrador. No es ni la mitad de lo que tengo pensado ni la mitad de lo que Pablo puede hacer.

-Le pedimos un poco de paciencia -interrumpió Pablo. Se removía en su asiento, incómodo y nervioso-, es apenas la primera entrega. Lio y yo tenemos pensadas muchas cosas para este proyecto.

-¿Y cuándo van a poder presentar esas ideas? -inquirió Samuel soltando un bufido. Lionel lo encontró insoportable en ese preciso momento.

-La segunda quincena de enero -respondió Lionel.

-Que sea la primera -contraatacó Walter.

Scaloni abrió la boca para protestar, pero una vez más sus palabras se las llevó el viento y su amigo tomó la delantera.

-Hecho. -Dijo con total seguridad. Se puso de pie y con celeridad agarró los papeles que quedaron sobre la mesa-. La primera semana de enero venimos con el primer borrador completo.

Lionel lo miró, aún con la boca abierta, pero esta vez por la sorpresa. La confusión se hizo presente en su cara y frunció el entrecejo.
Ver a Pablo tan seguro, como nunca antes lo había notado, era algo nuevo y le gustaba ese nuevo él.

-Vamos, Lio, que tenemos mucho trabajo por hacer -lo llamó desde la puerta del despacho de Samuel. El escritor salió de su burbuja de estupefacción y como perrito faldero lo siguió hasta la calle.

-¿Vos estás loco, Pablo? -lo reprendió apenas volvió sobre sí mismo. Aimar caminaba unos pasos delante suyo, con los papeles llenos de garabatos y colores debajo del brazo y entre sus manos.

-Un poco -fue su respuesta.

-Pablo, no vamos a llegar a la fecha ni en pedo, ¿te das cuenta de eso?

Scaloni intentaba mantenerse al ritmo de la caminata de Pablo, que parecía volar en lugar de caminar. Buscaba llamar la atención del artista con las palabras, pero al ver que no había respuesta, su mano viajó directo hasta el codo de Pablo y tiró con suavidad de él. Eso bastó para poder detenerlo y ponerse delante de él, cara a cara.

-Pablo, escuchame -empezó, pero se vio interrumpido por Pablo.

-No, escuchame vos a mí -su tono de voz severo le heló la sangre. Sus ojos brillaban, pero no de la misma forma que habían brillado las veces anteriores, esta vez era algo más fuerte, era determinación-. Esto lo vamos a lograr, vamos a trabajar juntos, día y noche si es necesario, pero le vamos a cerrar la boca a tu editor. Me chupa tres huevos y medio si vos pensás que no vamos a llegar con los tiempos, yo estoy seguro, estoy muy convencido, de que esto va a salir bien. Así que ahora mové el culo y caminá.