★1: Encuentro★

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BILLY

Muchas veces había mirado las estrellas fijamente, imaginando cuan brillantes y hermosas eran.

El observarlas cada noche relucientes en el cielo se volvió mi pasatiempo favorito. Nunca me cansaría de admirarlas, y de anhelar ser tan brillantes como ellas.

Venir a una colina apartada de la ciudad era otro de mis pasatiempos favoritos, aquí podía sentirme libre y en paz. No había nadie que me hiciera sentir insuficiente, no había nadie señalándome ni reiterando que había algo mal conmigo. Aquí podía disfrutar de la soledad, de sentirme bien conmigo misma por unas horas, era mi refugio de la realidad.

Yo quería ser una estrella, pensaba una y otra vez sin dejar de admirarlas.

No estar en el cielo cada noche, sino, mas bien; proyectar todo lo que son.

Y es que, su brillo parecía nunca apagarse, eran constantemente brillantes, hermosas, y especiales.

Requeriría tener el suficiente autoestima para brillar así, para sentirme hermosa, como si no estuviera mal.

Mi celular vibró en mis manos. Lo encendí, mirando el mensaje de mi mejor amigo.

Recuerda llevar tu parte del trabajo:), caramelito.

Mierda, olvidé por completo hacer la tarea.

Tomé mi mochila y me apresuré a bajar la colina hasta llegar a mi bicicleta, lo bueno de esta zona es que ni una sola alma se asomaba por aquí. Sentía que era de mi propiedad.

Empecé a pedalear a casa.



—¡Billy, ven a cenar!—la voz de papá me sacó de mi concentración en la tarea—. Pedí pizza.

Me levanté. Le eché una última mirada al trabajo que me tomó una hora, repasando todo lo que había escrito en él. Al darle el visto bueno, me levanté de la silla dejando los papeles en mi escritorio.

Salí de mi habitación y me encaminé a la cocina, cuando llegué papá ya estaba sentado comiendo a gusto su trozo de pizza.

—¿Y mamá, no cenara con nosotros?— quise saber, aunque ya sospechaba la respuesta. Tomé asiento junto a él.

—No, cariño—se encogió de hombros—. Ya sabes como es, se fue a casa de tu tía por unos días.

Aunque parezca desinteresado, sé que al igual que a mí, le duele. Y también sé que en parte es mi culpa.

No dije nada más, me límite a empezar a comer.

El silencio se prolongó en la sala por unos minutos.

—Papá—le llamé, él alzó la mirada hacia mí—. ¿Crees que soy bonita?

Pestañeó varias veces, desconcertado.

—¿Por qué me preguntas eso?

—Solo responde.

Era una tontería, pero lo quería saber, lo necesitaba.

—Eres bonita, Billy—alargó su mano hasta encontrar la mía en la mesa, me dió un suave apretón—. Eres bonita.

Le sonreí. Aunque no me lo terminará de creer.

—Gracias, papá.

Luego de terminar de cenar, me fui a mi habitación a dormir.


Diego: Billyyyyyy.

Diego: ¡¿Dónde estás?!

Diego: ¡¡¡La clase empezará en 20 minutos!!!!

Si las constelaciones fueran suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora