★25: El Royals★

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SAMUEL


Seguí repiqueteando mis dedos sobre mi rodilla, mientras iba en el asiento de atrás junto a Igor y Zec. Igor iba en medio de los dos, lo miré de reojo, parecía absorto en sus pensamientos.

Y lo entendía, había sido todo un desastre aquella discusión que tuvo con Billy, yo ni siquiera sabía que se conocían, pero al parecer sí, y eran algo así como amigos, no estaba seguro.

Luego se lo preguntaría a Igor, en un momento menos tenso.

Greg detuvo la camioneta, habíamos llegado al apartamento en dónde vivía Igor con su mamá y padrastro. Sin embargo, él seguía absorto, ajeno a todo.

—Igor—le llamé, pero ni siquiera pestañeó.

Zec con delicadeza tocó su hombro con la punta de su dedo, dándole un pequeño pinchazo.

Igor se sobresalto, saliendo de sus pensamientos por fin.

—Ya llegamos a tu casa—le avisó Zec—. Si quieres puedo quedarme.

El pelinegro asintió.

—Bien.

Zec abrió la puerta, se despidió con un simple «nos vemos chicos», Igor se limitó a empezar a bajar del coche, antes de que lo hiciera del todo, lo detuve:

—Espera.

Él se giró a mirarme, con duda.

—¿Sí?—murmuró.

—Tenemos que hablar...

Me cortó:

—Luego.

—Sí, eso iba a decir, luego.

Me dió un asentimiento de cabeza algo vago.

Se volteó nuevamente para bajar, y lo hizo, cerró la puerta detrás de sí.

Greg encendió el motor, mientras yo miraba como se alejaban para llegar a la entrada. Y antes de que Greg arrancara le dije «espera» y bajé del auto.

Caminé lo más rápido que pude hacia ellos.

—¡Hey!

Ambos se detuvieron

Llegué hasta ellos, dudoso.

Pero solo tenía que decirle algo a Igor:

—¿Y Igor?

—¿Sí?

—Todo bien entre nosotros, ¿Verdad?

Esbozó una sonrisa, eso me tranquilizó.

—Todo bien.

—Hoy debió de ser un día de locos para ti, ¿no?—inquirió Greg, sentado frente a mí en la mesa de la cocina.

Me gustaba comer aquí, con todos lo demás, el ambiente era más ameno, pero siempre que papá estaba en casa no me lo permitía, decía que no era lo correcto mezclarnos. Como si por alguna extraña razón, además del dinero, fuéramos diferentes. Era absurdo.

Odiaba cenar con mis padres, nunca conversábamos, y sí lo hacíamos siempre terminabamos discutiendo. A excepción de mamá, ella nunca dice nada, solo hace lo que papá diga.

Cuando estaba Benjamin era todo tan diferente.

Pero él se fue, ya no está aquí.

Y nunca volverá.

Se me fue el apetito de golpe.

—Sí, es todo un poco confuso—revolví el puré de papas sin muchas ganas de seguir comiendo.

Si las constelaciones fueran suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora