9: PRIMERA PARTE
IGORAl parecer, lo que provocó el vómito y mi inconciencia, fue la mala alimentación que he tenido por estas semanas.
Puede que, aveces simplemente no me dé hambre, y que eso provoque que me salte las comidas sin que mamá lo noté. He ahí el por qué estoy tan delgado.
Eso sí, no le comenté a nadie sobre la repentina aparición de los recuerdos. En parte, sé que eso también afectó. Pero ya estoy bien, no tiene caso hablar de eso. Sé que volverán con lo de «necesitas ayuda» pero no, no la necesito, todos estos años me he esforzado por demostrarlo.
Desordené mi cabello, suspirando.
Estaba cansado de estar acostado en ésta maldita camilla. Quería largarme de una vez.
Pero según me ha dicho Susan —la mamá de Zec—, tendré que quedarme un rato más en observación, y si todo marcha bien, ya al medio día podré irme a casa.
Aún no he visto a mamá, no me siento listo para darle la cara, y mucho menos para...hablar de aquello.
¿Por qué demonios tuvo que contárselo a Marck? Agh.
Hace años no tocamos ese tema, hace años que no hablamos de eso.
Fue como si ambos decidiéramos enterrar todo lo que lo involucrara a él. Sin siquiera hablarlo, eso hicimos. Enterrar el pasado. Sin embargo, los recuerdos aún vivían en mí. Era algo de lo que no podíamos escapar.
Era algo que siempre me iba a atormentar.
Las pesadillas y los recuerdos aveces se iban, pero otras veces simplemente volvían.
Jodido pasado.
Y claro que constantemente la repulsión al contacto físico era otro de los recordatorios presentes. Y el que más jodía.
Desde los seis años empecé a odiar toda clase de contacto físico, desde esa noche.
Cerré los ojos, respirando profundo y lentamente.
«—Por favor, papá, no— las mejillas del niño estaban empapadas en lágrimas.
—Shh, Igor— le propinó una fuerte cachetada.
La boca del pequeño se llenó de sangre.
—¡Mamá! ¡Llévame con mi mamá!— siguió rogando, apesar del dolor en su mandíbula, apesar de todo el dolor emocional y físico.
Tenía miedo, su propio padre, el que se supone tiende a ser tu héroe. Era su pesadilla.
Era un monstruo.
Era el villano en su vida.»
La puerta se abrió, sacándome de mi mente.
Un chico rubio apareció en mi campo de visión.
Era Zec.
Llevaba la misma ropa de ayer, y sus facciones mostraban preocupación.
—Hey— le saludé, mi voz sonaba pastosa y algo ronca.
—¿Hey?— repitió, incrédulo. Sus cejas se fruncieron y su boca se entreabrió, empezó a hacer ademanes con sus brazos—. ¡Casi me matas del susto!
Quise reír, pero sospechaba que si lo hacía, se enojaría mucho más. Y Zec enojado no era una buena opción. Tendía a ser un verdadero dolor de culo.
—Pero mírame, ya estoy bien— dije, reprimiendo mi sonrisa.
—¿Bien? ¡Pareces un jodido muerto!— se acercó a la camilla, sentándose en un pequeño espacio en ella, junto a mí.
—No seas dramático, Zec. Estoy bien— traté de tranquilizarlo.
Desordenó su cabello, suspirando.
—Solo me preocupo por ti, Igor— me sonrió débilmente—. Eres como mi cachorrito.
Bufé.
—No puedes vivir sin mí— me burle.
—Obvio que no— rio—. A quién molestaría si no estás tú.
—Cierto— bostezo.
—¿También te mueres de sueño?
Asentí.
—¿Tú también?
Asintió.
★
Todo en el transcurso del día iba bien.
Ya me han dado de alta. No antes de darme la reprimenda de tener que comer bien.
Terminé de ponerme los tenis, suspiré.
Zec me esperaba junto a la puerta. Con mi mochila en hombro.
Me levanté y salí yo primero.
Un cuerpo se detuvo de golpe.
Alcé la mirada, ceñudo. Para rápidamente cambiar la expresión por una sonrisa medio confusa.
—Hey— dijo Billy, a modo de saludo.
Me recuerda.
Ni que hubieran pasado años, genio.
Era aquella chica, la del centro comercial.
—Hola, Billy— le dije—.¿Qué haces aquí?
—Ehm...— dudó, luego simplemente dijo:—. Tuve un pequeño problema.
Sentía que había algo más que solo un «pequeño problema». Pero me límite a hacer una mueca. Me tragué el impulso de preguntar.
—Oh, ¿estás bien?— pregunto.
Asintió.
—¿Y tú? ¿Cómo estás?— preguntó de vuelta.
Miró a Zec, curiosa.
Miré al chico junto a mí de soslayo.
Zec también nos observaba con la misma curiosidad.
Me aclaré la garganta disimuladamente.
—Bien...no fue nada grave— me encogí de hombros.
En cierta parte, no mentía.
—Bien, mmm— se balanceó sobre sus propios pies—. Creo que ya debería...
Antes de poder terminar, una voz a sus espaldas la interrumpió:
—¡Billy!
Un chico pelirrojo llegó junto a ella, sonriente.
Aunque al percatarse de nosotros dos,—más específicamente en Zec—, se le fue borrando poco a poco la sonrisa.
—Te estamos esperando...— comentó, observando aún a Zec.
—Eh, hola....— Zec saludó.
¿Se conocían?
Billy parecía igual de desconcertada que yo.
—Hola—respondió el pelirrojo, serio—. Mi nombre es Diego, por cierto. Creo que ayer, bueno, técnicamente hoy en la madrugada no nos pudimos presentar.
No entiendo porqué hay una especie de incomodidad en esos dos.
—Yo soy Zec— se dirigió a Billy y al chico, ahora conocido como Diego.
—¿Los conoces, Billy?— inquirió Diego.
—Eh, solo a Igor— dijo ella. Le dí un asentimiento de cabeza.
—Sabes que, Diego— Diego observó a Billy—. Vamos por mis auriculares, nos están esperando.
Lo tomó del brazo, empezando a jalarlo junto a ella.
—Adiós, Igor...y Zec— se despidió, dubitativa.
—Chao, Billy.
Se alejaron por el pasillo.
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Si las constelaciones fueran suficiente
Teen FictionA ambos les daba miedo mostrar quiénes eran realmente. A Billy, le aterraba ser juzgada y rechazada por todos. A Igor, le daba miedo enfrentar a los demonios de su pasado. Sin embargo, aveces simplemente podemos encontrar el refugio necesario en alg...