CAPÍTULO 54

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En el estacionamiento de la academia se encontró con Bruno, quien la saludó con un beso en cada mejilla. No perdió la oportunidad para preguntarle por Liam, porque él sabía más de su primo que ella misma.

Le contó que la noche anterior habían salido juntos a un club, pero que a mitad de la noche desapareció, dejándolo tirado; aunque le aseguró que se encontraba bien, porque habían conversado esa mañana.

—No me extraña que haya cambiado tu compañía por la de una chica.

—Posiblemente —respondió de camino al salón.

—¡Ay Bruno! No lo cubras, sabes que mi primo es un mujeriego empedernido, así como tú.

—Eli, no me hagas mala fama.

—¿Yo te hago mala fama? —Fingió sorprenderse, llevándose una mano al pecho, pero no pudo evitar reír.

—Hola, mariposa preciosa. —Los sorprendió Fabio y le plantó un sonoro beso a Elizabeth en la mejilla—. ¡Cada día más rica! —confesó, echándole un vistazo a ese torso de piel suave y perfectamente marcado.

—Ya Fabio, deja de ser tan adulador —dijo sonriente y le golpeó un hombro.

—Simplemente soy sincero, eres la mujer que quiero para que sea la madre de mis hijos —jugueteó, acoplándose al paso de Bruno y de ella.

Elizabeth sabía perfectamente que Fabio solo molestaba, siempre habían sido muy buenos amigos; además, estaba de novio con una amiga que también era modelo.

—¿Te parece si se lo comento a Vera? Quizás, se ponga feliz con la noticia. —Le palmeó el pecho con el dorso de la mano, mientras avanzaban.

Fabio buscó en el bolsillo de su pantalón el móvil y se lo ofreció.

—Hazle la propuesta.

—Imbécil. —Sonrió y lo empujó. Fabio se carcajeó y volvió a guardar el teléfono.

Llegaron al salón y Elizabeth caminó hasta donde estaba el mestre, para darle el saludo de su padre.

—¿Cómo puedes hacerlo? —preguntó Bruno, sin poder desviar la mirada de las pronunciadas curvas de las caderas de Elizabeth.

—¿Hacer qué? —Fabio no comprendió la tonta pregunta de su amigo.

—Coquetear con Elizabeth, es decir... ¿No te incomoda?

—¿Qué? —Se carcajeó—. No, para nada. Para mí es fácil, no estoy estúpidamente enamorado de ella, como lo estás tú. ¿Será que algún día encontrarás el valor o vas a morir siendo solo su amigo?

—Ya tiene al estúpido modelo, prefiero seguir siendo su amigo —confesó, sin poder quitar la mirada de Elizabeth.

—No seas imbécil. —Le pegó por la cabeza, intentando sacudirle las ideas—. El modelo no es obstáculo alguno, eres consciente de que tuvo un desliz con Paulo, todos aquí lo sabemos.

Bruno miró hacia donde estaba Paulo sentado en el suelo, con las rodillas flexionadas, donde descansaba los antebrazos; al igual que él, su objeto de mirada era Elizabeth.

—Realmente pienso que Elizabeth solo quería ser amable con él, no creo que hayan tenido más allá que un par de salidas.

—No seas iluso Bruno, sabes todo lo que puede pasar en un par de salidas. Si realmente Elizabeth estuviese enamorada de su noviecito, jamás hubiese aceptado que Paulo la sedujera. ¡Tienes que intentarlo! —Lo alentó con gran entusiasmo.

En ese momento el mestre los invitó a reunirse en torno a la rueda pintada de blanco en el suelo, les pidió que se tomaran de las manos, para hacer una corta oración por la salud del padre de Priscila, quien ese día sería intervenido a una operación de corazón abierto, en la que se le haría un trasplante del órgano.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora