CAPÍTULO 35

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Una vez que terminaron de almorzar en compañía de Reinhard y Sophia, llevaron a Julian hasta el aeropuerto, donde se despidieron en medio de abrazos y promesas de volver a verse muy pronto.

De regreso a la mansión, Violet seguía sin darle ni un respiro al pobre Blondy, ya les había enviado cientos de fotos y videos a sus padres para que lo conocieran, y ellos respondían felices al ver la dicha en su niña.

—Enana, ¿quieres acompañarme a ver a un amigo? —propuso Elizabeth, porque suponía que le haría feliz a su hermanita salir a pasear.

—¿A dónde? —curioseó con la mirada brillante.

—Vamos a Leblon, él llevará su perro a pasear, podemos llevar a Blondy.

—¡Sí! ¿Puedo llevar mi bici?

—Claro, ve a prepararte... Trae mis patines, que voy a pedir que suban tu bici a la camioneta. —Violet dejó a Blondy en el suelo y salió corriendo.

Durante el trayecto debieron parar en una tienda de mascotas, para comprarle una correa al cachorro, así como alimento, un plato, productos de baño y una cama.

Violet iba enseñándole a Blondy la ciudad, como si ella fuese una guía turística y el perro pudiera entenderle, mientras Elizabeth hablaba por mensajes con Wagner, informándole que iba con su hermanita y que por favor no hablara nada de rodas callejeras ni de favelas delante de ella.

Él le prometió que no diría ni una sola palabra y eso la hizo sentir mucho más tranquila.

El chofer las estacionó en el Mirante Leblon, y como siempre, ya él la esperaba, pero esta vez estaba en compañía de su perro, que ciertamente le hacía justicia al nombre.

Al bajar de la camioneta, Violet seguía abrazada a Blondy, mientras que Elizabeth agitó la mano en el aire para que Wagner la viera, él se levantó de la silla, agarró el skate y Pirata tiraba de la correa.

—¿Ese es tu amigo? —preguntó Violet, al ver que el hombre rubio con el pelo que parecían colas de ratones se acercaba.

—Sí, olvidé decirte que es hijo de una senadora... Así que no digas nada de lo que el abuelo piensa sobre la política —dijo bajito, para que su hermanita no fuera a meter la pata.

—Pero papi dice que Avô tiene razón.

—Sí, pero es el sistema..., no son todas las personas que dedican su vida a gobernar un país; algunos, como la mamá de Wagner, desean lo mejor para la población.

—Está bien, entonces él es uno de los buenos.

—Así es —dijo sonriendo—. Ya verás que es muy buen chico.

Elizabeth le dijo al chofer que ella le escribiría media hora antes para que pasara a buscarlas.

MARIPOSA CAPOEIRISTA (LIBRO 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora